Los partidos, en modo electoral

Los partidos políticos se han lanzado ya a la campaña pensando en las dos citas electorales de primavera.

El choque con los adversarios no debería ser el principal argumento de la campaña electoral.
El choque con los adversarios no debería ser el principal argumento de la campaña electoral.

Con dos citas electorales casi seguidas en perspectiva y ante un escenario más complejo que nunca para la competición partidista, las fuerzas políticas han adoptado ya, si es que no lo habían hecho antes, el modo de campaña electoral. Antes de lanzarse a la arena, no obstante, deberían pararse un momento a reflexionar sobre el tipo de mensajes y de actitudes que muchos españoles esperan percibir y sobre la manera de encauzar constructivamente las energías políticas.

En el primer fin de semana después de que se anunciase la convocatoria de elecciones generales, los actos de los partidos -incluida, por ejemplo, la presencia de Pablo Casado en Zaragoza y Huesca- han adoptado ya un claro tinte electoral. Entre las urgencias que denotan los mensajes de los dirigentes está en lugar destacado la necesidad de movilizar a sus respectivos electorados y de poner en marcha las estructuras de los partidos. Un esfuerzo ineludible, que viene acompañado de una insistencia en mensajes contundentes y en un lenguaje de enfrentamiento y de choque entre campos rivales. No obstante, los partidos deben ser conscientes de que muchos españoles esperan también que el énfasis en las diferencias no impida la definición de posibles espacios de encuentro, yendo incluso más allá de las alianzas más obvias que se van prefigurando. En este sentido, una buena campaña, sin renunciar a su vis polémica, debería al mismo tiempo suavizar las líneas de fractura política y no convertirlas en fosos insalvables. Hay que dejar la puerta abierta a posibles pactos de gobierno que no serán fáciles de alcanzar; y también, a colaboraciones más amplias que permitan enfocar y encauzar a largo plazo los problemas del país. España se enfrenta a la situación política más compleja de las últimas décadas; la responsabilidad de los partidos es ofrecer a los ciudadanos opciones diferenciadas, pero que preserven la convivencia cívica y la posibilidad de trabajar juntos por el bien común.