Eclipsados

La celebración de las elecciones generales el 28 de abril generará un severo condicionante sobre los comicios autonómicos y municipales. La fecha, la mejor para los intereses de Pedro Sánchez, creará un ‘totum revolutum’ que eclipsará el debate local

Las elecciones generales pueden eclipsar las autónomicas y municipales.
Las elecciones generales pueden eclipsar las autónomicas y municipales.
Krisis'19

Si en algo coinciden buena parte de los analistas que dicen conocer bien a Pedro Sánchez, también más de un militante socialista, es en que cualquier decisión que adopta siempre está sostenida en un interés personal. La fecha de las elecciones, fijada para el 28 de abril, respondería también a esta misma voluntad. A tenor de la proximidad con la convocatoria autonómica y municipal poco parece importarle el destino de sus candidatos locales y, menos aún, de los barones socialistas, víctimas seguras de un sinfín de condicionantes nacionales con los que tendrán que bregar. No cabe duda de que Sánchez ejerce la potestad que le concede su condición de presidente al elegir la fecha, pero la elección desencadena innumerables problemas políticos en las comunidades. Con las encuestas de cara, con unos todavía presentables datos de la economía nacional y con los acusados del ‘procés’ sentados en el banquillo del Tribunal Supremo, Sánchez confía en ganar los comicios -cuestión bien distinta es si continuará en la Moncloa- y consolidarse como gran referencia del PSOE. Forme o no gobierno, su victoria extendería su autoridad frente a sus rivales internos, garantizaría su continuidad como secretario general y frenaría toda corriente contraria.

La que será una de las campañas electorales más atípicas de la democracia, discurriendo entre las procesiones de Semana Santa y la festividad del 23 de abril, alumbrará unos resultados que, sin ninguna duda, no garantizarán una mayoría absoluta en solitario, pero sí que servirán para contaminar la campaña y, por extensión, el resultado de las municipales y autonómicas. Desaparecido el bipartidismo, las negociaciones a varias bandas para la formación de un Gobierno en Madrid comprometerán el relato político autonómico generando, a su vez, una más que posible desmovilización -en esta segunda ronda- del votante. Dos grandes citas electorales concentradas en tan corto espacio de tiempo, aparte del efecto fatiga, conllevan un serio problema para los minoritarios partidos aragonesistas. El PAR, por ejemplo, deberá interrogarse seriamente por la mejor manera de distinguirse del PP en las autonómicas si se llegara a reeditar el acuerdo de coalición con el que concurrieron en las pasadas generales. Y en pareja situación respecto a su fragilidad se encuentra CHA que, si finalmente decide no acudir a la cita nacional, correrá una seria amenaza de pérdida de visibilidad al alejarse del que será el debate protagonista de los próximos meses.

El adelanto electoral beneficia a Sánchez al pillar a Podemos y sus confluencias e Izquierda Unidad en una más que evidente desorientación (en el caso de Aragón aún no está cerrado un acuerdo para las autonómicas entre los morados e IU), un hecho que, conocido lo ocurrido en Andalucía, alienta la movilización del centroizquierda y la construcción del voto útil en torno al PSOE.

Sánchez, a quien se le puede acusar sin miedo a equivocarse de haber cambiado de opinión a conveniencia -accedió a la presidencia prometiendo una rápida convocatoria electoral-, tenía entre sus planes agotar la legislatura o, en su defecto, citarse con las urnas en otoño. Han sido los independentistas, los mismos que le dieron su apoyo, los que ahora le han obligado a un adelanto que, para mayor complicación, va a someter al país a una enorme parálisis hasta que se constituyan los ayuntamientos y los gobiernos autonómicos.

miturbe@heraldo.es