Relatos

Los promotores del 'procés' separatista han sabido crear un relato que a muchos les resulta convincente.

Oriol Junqueras presta declaración durante el juicio en el Tribunal Supremo.
Oriol Junqueras presta declaración durante el juicio en el Tribunal Supremo.
Reuters TV

Mucho se ha escrito sobre la equivocación, destino que no pueden esquivar los humanos. Yo, en este momento, quisiera estar equivocado, pero me temo que he de reconocer que hemos sido derrotados. Toda comunidad se afianza en un relato que le trasmite una especie de frágil fraternidad. Es el orgullo del pueblo judío o el armazón, por ejemplo, que fraguó la próspera Inglaterra. Hay otros relatos indecentes, claro está. Pero aquellos que nos merecen respeto poseen dos cualidades: respetan un grado de verosimilitud y decencia que los ennoblece y suelen ser relatados por gentes fiables. Nada de esto parece alimentar el actual relato catalán.

He escuchado a un adolescente gerundés afirmar con solemnidad que el mejor escritor catalán es Servant (sic) y camino se lleva de catalanizar a Da Vinci. En cuanto a los actores del teatrillo hay mucho que decir… Perplejo me quedé hace días cuando escuché al mosén Oriol Junqueras compararse con Séneca y Cicerón… Imagino que no querría insinuar una cercanía literaria, lo que sería mofa, sino a sus virtudes patrióticas, olvidando que el moralista Séneca, que amasó una inmensa fortuna, se fue al otro mundo cuando su ‘tres por ciento’ se había descubierto, y que al eximio Cicerón le importaba un bledo cambiar de bando siempre que el viento le fuera propicio. Sea como fuera, los procesistas han creado un relato mientras que el resto de los pueblos ibéricos asistíamos con jolgorio a sus demencias. Han ganado la batalla. Por ahora…

J. L. Rodríguez García es catedrático de Filosofía de la Universidad de Zaragoza