El del aborto es un debate complejo que atañe a la moral y a las creencias más profundas de cada persona. Y relacionarlo, como hizo hace unos días el líder del PP, Pablo Casado, con la baja natalidad de nuestro país demuestra una falta de sensibilidad y de sentido común impropia de alguien que quiere convertirse en presidente del Gobierno.

En España tenemos pocos hijos, sí, pero no porque la ley del aborto sea más o menos restrictiva. Según el Instituto Nacional de Estadística, tres de cada cuatro españolas querrían tener dos hijos, pero la tasa de fecundidad se queda en un mísero 1,3 niños por mujer.

Tenemos pocos niños porque todo está en contra. Tenemos pocos niños porque las condiciones laborales, económicas y sociales hacen que sea muy complicado lanzarse a por ese segundo bebé. O porque obligan a retrasar tanto la maternidad que, para cuando se quiere buscar otro hijo, la biología hace imposible el embarazo.

No hay más niños, señor Casado, porque este es un país de sueldos paupérrimos y alquileres disparados, en el que las parejas jóvenes tienen casi imposible acceder a una vivienda en la que quepa una familia. Porque los bebés vienen con un pan debajo del brazo, sí, pero también con un enorme gasto en ropa, pañales, juguetes y extraescolares. No hay más niños porque conciliar con un hijo es muy difícil, pero hacerlo con dos es casi un milagro.

No hay más niños porque no se puede, señor Casado, porque quienes deberían trabajar para solucionar todos esos problemas que hunden la natalidad, esconden su ineficacia en debates sin sentido sobre la ley del aborto.