Altivo y de rodillas

El presidente del Gobierno ha aceptado el chantaje de los separatistas. La frivolidad de Pedro Sánchez no le permite captar la tremenda responsabilidad en la que está incurriendo. Hay que reclamar respeto por el marco constitucional.

Sánchez vive una vida de ensueño.
Sánchez vive una vida de ensueño.
Krisis'19

La acción de gobierno de Sánchez es la cama en una canción de Rocío Jurado, tan pronto es una cama vacía y hueca como que se rompe de tanto usarla, de tanto loco abrazo sin medida. La ambición excesiva y la frivolidad hacen un cóctel de difícil digestión política. El presidente del Gobierno, ocultándolo a la opinión pública, de espaldas al Congreso y con el desconocimiento de algunos miembros de su Gobierno, ha aceptado varias condiciones inaceptables llegadas de los separatistas catalanes. Eran "imposibles" horas antes en boca del ministro Borrell. En resumidas cuentas, Pedro Sánchez aceptó el chantaje de los independentistas y del trágala han surgido las más variadas humillaciones a los tres poderes del Estado y a la Cataluña que sufre día a día la imposición separatista.

En el fondo y en la forma, Pedro Sánchez no ha podido hacerlo peor, hasta el punto de que se hace inevitable tener que traspasar el mero análisis político para estudiar si está en condiciones de gobernar. Lo apuntó Alfonso Guerra el miércoles en el Congreso con meridiana claridad: hay que empezar a recurrir al psicoanálisis. Un mérito sí hay que reconocerle al presidente: nunca nadie fue tan altivo estando de rodillas.

La bofetada, en la forma, está en tratar de engañar y ocultar el pacto. En reconocer a Cataluña legitimidad internacional como nación perseguida por España y que solo lo hayamos conocido cuando a los separatistas les ha interesado sacarlo a la luz. Justo como bomba fétida para emponzoñar el juicio contra los sediciosos. La misma semana que innumerables sedes judiciales de Cataluña aparecen con estiércol en sus puertas la respuesta del presidente de la nación es discutir bilateralmente ‘con Cataluña’. Con quienes proponen como objeto de diálogo, por ejemplo, si la judicatura y la jefatura del Estado son instituciones franquistas. No cabe mayor desprecio. Eso sí es arrojar estiércol.

El martes por la noche, cuando Torra filtró el pacto de la vergüenza, Borrell tuvo uno de esos arranques de dignidad que, desgraciadamente, no siempre le duran. El ministro de Exteriores llamó a suspender la política de diálogo con los independentistas "por depender de condiciones imposibles". Imagino que para él sería como recibir un escupitajo comprobar que el presidente del Gobierno al que sirve había hecho de algunas de "las condiciones imposibles" condiciones aceptables y aceptadas. Lástima que luego Borrell, al ser repreguntado al día siguiente, respondiera con un "que le pregunten a la vicepresidenta". Esa reacción ante un escupitajo ya la habíamos visto en el ministro; primero lo denuncia y después tapa el esputo con el pie. El Sr. Borrell debería influir en el Gobierno o dimitir. Es por su bien y es por el nuestro.

Lo de la ‘mesa de partidos’ a la que Ciudadanos -el partido más votado en Cataluña- ya ha anunciado que no acudirá, es una estafa. Los propios separatistas, los mismos que abren y cierran el Parlamento de Cataluña a su antojo cada vez que Inés Arrimadas presenta una propuesta, los que expulsan a la oposición, estarán asombrados de que un presidente del Gobierno haya tragado con esta bazofia. Hasta en el sadomasoquismo hay límites.

El presidente vive una vida personal de ensueño. De hecho hasta ya va a publicar el cuento. Le encanta ser presidente. Su frivolidad y su irresponsabilidad hacen que mida mal la tremenda responsabilidad de la función de presidente del Gobierno. Se ha metido en un callejón sin salida. Si recula y deja sin efecto el pacto de la humillación dinamitará el apoyo de los secesionistas en el Congreso. Si no recula dinamitará al PSOE en mayo, si es que no lo ha dinamitado ya, y se quedará sin apoyos. Él y solo él ha dado motivos para salir a la calle a reclamar respeto por el marco constitucional, el único hasta la fecha que es de todos y nos ampara a todos.