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  • Ángel Gorri. Zaragoza

Presuntos presupuestos

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Pedro Sánchez, en el Congreso.

Dicen que los presupuestos de un gobierno son la expresión cifrada de su proyecto político. Si realmente fuera así, podríamos descifrar por fin el del socialista Pedro Sánchez: un país en desaceleración al que se le va a dar una nueva vuelta de tuerca impositiva que descabalga del podio de la depredación fiscal a Rajoy y Montoro. Récord histórico de recaudación tributaria –20.000 millones más– con una economía en caída supone dar de comer al problema. Si no al de España, sí al de los españoles, contribuyentes cautivos, pues no es cierto que la carga vaya a recaer sobre los ricos, como demagógicamente asegura la ministra de Hacienda. Según sus propios cálculos, señora Montero, la caja se llenaría con lo que los ciudadanos paguen por el IVA y con impuestos especiales como el que ha endosado a millones de trabajadores que mantienen sus utilitarios diésel porque ustedes mismos les dijeron que eran más ecológicos.

Pero ni siquiera eso. Son unos presupuestos irreales, cuadrados a zapatazos: es materialmente imposible que con menos actividad y empleo se pueda generar mayor recaudación y consumo. E injustos: primarían a Cataluña con inversiones equivalentes a su aportación al PIB, pero volverían a ignorar que otras comunidades, como Aragón, también tienen disposiciones estatutarias que obligan a ponderar las aportaciones estatales en función de baremos que jamás se han atendido. Ese es el proyecto político de Sánchez con sus presuntos presupuestos: simular que cumple con sus obligaciones mínimas de gobierno, ceder a las presiones de los independentistas para ver si en aguas revueltas pesca su voto y aferrarse a la poltrona que hasta ahora le han negado las urnas. Hasta 2020, si es posible.