Sin guardián entre el centeno

Hemos cambiado de generación. Una nueva ha tomado el timón del poder. Los mayores (Rajoy, Rubalcaba, Cayo Lara…) han dejado paso a los jóvenes (Pedro Sánchez, Pablo Casado, Pablo Iglesias, Albert Rivera, Alberto Garzón). ¿Son mejores?

Los jóvenes dirigentes políticos de la España de hoy aún no han aprendido que deben ser el guardián entre el centeno.
Los jóvenes dirigentes políticos de la España de hoy aún no han aprendido que deben ser el guardián entre el centeno.
Krisis'18

En ‘El guardián entre el centeno’, el protagonista es un adolescente inadaptado y resentido con el mundo adulto hasta que un día ve a su hermana de diez años dar vueltas en un carrusel. En ese momento sufre una epifanía que dota de un inesperado sentido a su existencia y que le hace romper a llorar. Ha entendido de repente que crecer significa asumir responsabilidades como la de proteger la inocencia que encarna su pequeña hermana. El chico se imagina a sí mismo al borde de un abismo junto a un gran campo de centeno donde juegan miles de niños sin que nadie los cuide. "Mi misión es agarrar a todo niño que vaya a caer en el precipicio".

La novela de Salinger es considerada como una de las cumbres de la literatura de iniciación, de ese momento en el que al protagonista se le revela su auténtica identidad. En el trasfondo late la pregunta que llega hasta el lector: ¿Cuándo demonios vas a crecer de una vez? Es un interrogante semejante al que surge al observar el comportamiento, entre inmaduro e irresponsable, de los nuevos líderes políticos que han ocupado el escenario español: ¿Cuándo van a entender que la autoridad no reside en los cargos sino en las personas?

Los candidatos primerizos deben comprender que el proceso por el que sus partidos les seleccionan, los apoyos que reciben y los currículos que exhiben no les confieren un derecho sagrado para vencer en unas elecciones. Tienen que ganarse lo que el prestigioso politólogo canadiense Michael Ignatieff denomina "el derecho a ser escuchado por los votantes".

En la vida cotidiana, los expertos poseen este derecho debido a sus conocimientos, pero en política es diferente. Un candidato puede ganar en las urnas sin tener carácter, popularidad, títulos universitarios o dinero, pero no puede ser elegido sin poseer el derecho a ser escuchado. Por eso, Pedro Sánchez, Pablo Casado, Albert Rivera y los demás deben ganarse ese derecho. Aportan su juventud, un valor que ha cotizado al alza en el debate entre vieja y nueva política, pero que no proporciona ningún derecho. En realidad, un candidato se gana el privilegio a ser escuchado si el votante considera que es digno de confianza. Cuando no logra convencer a los electores de que está en política por ellos tampoco se puede hacer acreedor del derecho a ser escuchado.

La crisis que estalló en 2008 se ha llevado por delante a toda una generación de políticos. Los ciudadanos reclaman reformas que mejoren la calidad de nuestra democracia. Pero, por ahora, lo único que han demostrado los nuevos jefes de filas es que les gusta la estrategia de la crispación, de polarizar en vez de pactar, de mezclar los sentimientos con la política haciéndola más emocional que racional. Se suman así al nuevo paradigma del siglo XXI: el paso de la política convencional a la política de las emociones (Martha Nussbaum).

Son también líderes débiles, pues están sometidos a otro nuevo paradigma: el poder es más fácil de adquirir, más difícil de utilizar y más fácil de perder (Moisés Naím). Por eso tienen menos mando que sus antecesores. Y, además, encabezan partidos que han desatendido los intereses de sus electores para concentrarse en ocupar todas las esferas del poder estatal. Los ciudadanos quedan así abandonados a su suerte y ese vacío, denunciado por teóricos como Peter Mair, está siendo ocupado por nuevas formaciones, habitualmente de corte populista.

La actual hornada de dirigentes aún tiene que demostrar de qué son capaces. Tienen la imperiosa necesidad de ganarse el respeto de la ciudadanía, el derecho a ser escuchados. Y pueden hacerlo si actúan con la madurez, la altura de miras y la honorabilidad de los estadistas. Si la conservadora Angela Merkel ha sido capaz de ceder y pactar con los socialistas repetidamente para dar una envidiable estabilidad a Alemania, ¿por qué no van a poder hacerlo ellos en España? Pero pareciese que todavía no han asumido que, como en ‘El guardián entre el centeno’, su guía debe ser la responsabilidad. ¿Cuándo demonios van a crecer?