Tras el terremoto andaluz, ha tenido mucho éxito la carta de un médico de Sedella, un pueblo que hasta la fecha votaba mayoritariamente a Izquierda Unida y que el día 2 viró a la derecha. La misiva iba dirigida a Pablo Iglesias -«cuando usted se va a una cárcel a negociar los presupuestos nacionales con unos investigados por sedición, nace un fascista»-, pero no parece que el líder de Podemos la haya tenido muy en cuenta. Más bien parece que ha sido leída y estudiada en la Moncloa, cuyo inquilino, Pedro Sánchez, se dispone a llorar la pérdida de la joya de la corona autonómica socialista. El malestar expresado por los votantes -y los abstencionistas- andaluces tiene múltiples explicaciones, muchas de las cuales recogía en su carta el médico y escritor malagueño. Frente a esta complejidad, la Moncloa ha optado oficialmente por culpar del fiasco a Susana Díaz. Oficiosamente, no hace falta el CIS para intuir que la deriva sin limites del independentismo de Cataluña ha influido, y mucho, en los resultados. Y, lo que es peor, en los que están por venir. Como en el día de la marmota, agotada la vía de un diálogo imposible, el Gobierno no descarta un despliegue policial sucedáneo del ‘Piolín’ para evitar que los radicales revienten la semana próxima el que iba a ser un consejo de ministros de paz y amor en Barcelona.