Los barones del PSOE se tientan la ropa

El descalabro en Andalucía agita su temor a un castigo por la cuestión catalana en las autonómicas. La mayoría prefiere aun así que Sánchez logre sacar los Presupuestos con ERC y PDeCAT y evitar un 'superdomingo' electoral en mayo.

Javier Lambán y Pedro Sánchez saludan a la militancia, ayer, en el Palacio de Congresos.
Sánchez sella la paz con Lambán y lo avala ya como candidato a las próximas autonómicas
José Miguel Marco

Nadie imaginaba en el PSOE hace apenas una semana un escenario semejante. Y menos que nadie Pedro Sánchez. A las ocho de la tarde del domingo 2 de diciembre, unas dos horas antes de que se dieran a conocer los resultados de las elecciones andaluzas, el equipo de la Moncloa dedicado fundamentalmente al análisis demoscópico aún llamaba a la calma. "Llegaremos a los 40 o 41 diputados", decían. El pronóstico no pudo ser menos ajustado a la realidad. Susana Díaz se quedó en 33 escaños, catorce menos que en 2015 y, salvo sorpresa mayúscula, perderá el gobierno de la Junta, en manos socialistas desde que se constituyó la comunidad. El resto de presidentes autonómicos ya se tienta la ropa.

El diagnóstico sobre lo ocurrido -la desmovilización de la izquierda y la irrupción de Vox, el partido a la derecha del PP, con ni más ni menos que doce diputados- es aún un tanto superficial. Según sean las afinidades internas se cargan más las tintas en un lado o en otro. En Ferraz se lavan las manos y recuerdan que Díaz diseñó la campaña a su antojo, que no quiso la participación o implicación de los miembros del Gobierno y que pecó de autosuficiente. "Susana se pasó la mitad de la legislatura en Madrid haciendole la guerra a Pedro y cuando volvió, derrotada, se encontró con que la gente salía a la calle en su tierra a protestar por la Sanidad", remarcan. En San Vicente, la sede del PSOE andaluz, minimizan el efecto del desgaste personal y cargan las tintas contra Sánchez por su "flirteo" con los independentistas.

La mayoría de los barones del partido admiten que seguramente existen varios factores para explicar el varapalo recibido y asumen que a Susana Díaz le penalizó su batalla perdida por la secretaría general del PSOE. "En Andalucía hay una especie de nacionalismo andaluz o andalucismo español que ella encarnaba muy bien , de pronto -apunta uno de ellos- perdió esa pátina". Sin embargo, en casi todos los territorios creen que el asunto de Cataluña ha sido clave. "Si hubiéra sido lo anterior -continúa el citado dirigente-, nuestro voto habría ido a Podemos y ha sido toda la izquierda la que ha caído 18 puntos.¿Es que Andalucía ha girado a la derecha, es sólo porque la Sanidad ya no está tan bien? Eso no se lo cree nadie. Hay mucha ola nacional. No sé si un 50% o un 60%, pero la hay".

Moral pisoteada

Con esta conclusión sobre la mesa, son muchos los que admiten su desconcierto. En algunas de sus comunidades, Vox no ha asomado aún en las encuestas. Tanto es así que alguno incluso había caído en la tentación de intentar facilitar su crecimiento con la idea de que en ningún caso lograría entrar en la Asamblea autonómica pero dividiría el voto de la derecha. Ahora no lo tiene tan claro. "Seguramente, todos los sondeos se han quedado obsoletos", dice consternado otro barón. "Yo creo que ha habido un poco de inmigración, de desgaste, pero sobre todo que la España callada ha dicho dónde está, la España que estaba viendo cómo se pisotea la moral pública sin que pase nada", sentencia en alusión a la ofensiva indepedentista. "Ahora no sé cómo nos puede repercutir".

La prueba de que ninguno tiene claro aún qué receta aplicar es que, a pesar del temor palpable a que los ciudadanos quieran dar un escarmiento a Sánchez por persona interpuesta, es decir, castigándolos a ellos el próximo 26 de mayo, lo barones no critican ahora que el presidente del Gobierno haya decidido presentar los Presupuestos Generales del Estado para 2019, para cuya aprobación necesitará el apoyo de los independentistas. Es más, a estas alturas, preferirían que lo consiga, siempre y cuando no se hagan concesiones en materias sensibles (el movimiento de la Abogacía del Estado o las declaraciones de la vicepresidenta Calvo sobre lo que es o no rebelión y sobre la situación de los presos chirriaron en muchos territorios).

La aparente contradicción tiene varias claves. Por un lado, en general los barones asumen que la idiosincrasia de sus comunidades o de sus sistemas electorales es distinta de la de Andalucía; es el caso de la Comunidad Valenciana, por la correlación de fuerzas y la mayor tolerancia del fenómeno nacionalista entre la izquierda, o de Castilla-La Mancha, que tiene un Parlamento de tan solo 33 diputados que encarece el precio del escaño a las minorías. Por otro lado, algunos confían en que el resultado andaluz ponga en guardia a los votantes progresistas y los movilice (es la tesis que defiende Ferraz). Y, por último y sobre todo, los barones no quieren que, si fracasa, Sánchez adelante elecciones y las haga coincidir con las suyas en un 'superdomingo' electoral.

"Presentar los Presupuestos -dice un barón- es un paso en la buena dirección, transmite seguridad y traslada la idea de que se hace política de verdad, no bobadas". Su tesis, compartida en otros territorios, es que las medias sociales que recogen las cuentas -el subsidio para los parados mayores de 52 años, la subida de las pensiones conforme al IPC, el aumento en un 40% de la inversión en dependencia- pesaría en su electorado más que las compañías necesarias para sacarlas adelante. "Y, al margen de lo que nos venga bien a cada cual -remata otro presidente autonómico-, serían buenas para España".

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