Un día para felicitarnos

Debemos felicitarnos por ser partícipes del modelo de convivencia instaurado por la Constitución de 1978.

Los Reyes, en la inauguración de una exposición que conmemora el cuarenta aniversario de la Constitución.
Los Reyes, en la inauguración de una exposición que conmemora el cuarenta aniversario de la Constitución.
Ballesteros / Efe

Muchos se han venido interrogando estos días por los motivos por los que con tanta intensidad se celebra este cumpleaños constitucional. Arropado por tan solo un guarismo cuarentón, los fastos y las dedicatorias son más dignas de una gran celebración que de unos bien llevados cuarenta años. La respuesta es bien sencilla: la Constitución de 1978 necesita de mimos y reconocimientos. No tanto porque sufra de alguna enfermedad incurable o porque, sencillamente, requiera de una intervención urgente sino porque últimamente ha recibido demasiados empujones e insultos. La Carta Magna ha sido injustamente maltratada y los protagonistas de estos ataques tan solo buscaban su erosión. La reacción ante esta agresión ha sido sosegada y ordenada, demostrando a quienes buscaban su desprestigio que el texto legal cuenta con una reconfortante fortaleza plagada de vigencia. Bajo su sereno amparo, por ejemplo, se ha sabido dar respuesta al grave desafío secesionista catalán, fijando y defendiendo los límites que amenazaban con violentar y quebrar una convivencia que ha definido la relación entre los españoles.

No hace falta esperar a la llegada del medio siglo para homenajear al texto de 1978 y a unos redactores -reconocidos con orgullo como los ‘padres constitucionales’- que se esforzaron por dotar con el espíritu del consenso a un momento crítico de la historia de España. Cuarenta años después, se celebra este 6 de diciembre con la satisfacción de saber que contamos con un texto que nos ampara y protege a todos por igual y que podrá ser revisado cuando la voluntad compartida de todos los partidos esté dispuesta a hablar de consenso.

Hoy, más que nunca, conviene felicitarnos y sentirnos partícipes de un modelo que sirvió para dotarnos de un régimen de libertades que ha garantizado años de crecimiento y transformación. Las dudas, los interrogantes que siempre nos acompañan, no tienen fuerza suficiente para empañar un balance que se define abiertamente positivo. Nuestra norma esencial nos sirve a todos para continuar con la misma tarea y filosofía con la que fue redactada hace cuarenta años.