La Crida de Puigdemont ahonda la división entre las fuerzas independentistas

Los alcaldes soberanistas presionan para la formación de listas unitarias en las elecciones municipales de mayo próximo.

Torra y Puigdemont en Waterloo.
Torra y Puigdemont activarán el "Consejo de la República" el 30 de octubre
Efe

En los planes dibujados en Waterloo y Bruselas por Carles Puigdemont y Quim Torra, la Crida Nacional per la República debía ser el paraguas bajo el que se cobijara todo el independentismo catalán. En el paso del papel a la realidad, se quedaron muchos objetivos en la gatera y en la convención constituyente del nuevo movimiento político solo estaban los incondicionales de Puigdemont. Ni Esquerra ni la CUP ni la dirección del PDeCAT acudieron al polideportivo de Manresa.

El líder de Esquerra en el Parlamento catalán, Sergi Sabriá, resumió hoy la situación con un lapidario «cada uno tiene su espacio». El de la Crida, añadió, es el de los herederos de Convergència, el «centroderecha». El de Esquerra, prosiguió, es «el centroizquerda, la socialdemocracia». «Si cada uno -afirmó- hace su trabajo en el espacio que le corresponde seremos más fuertes».

Sabrià consideró factible trazar una estrategia «unitaria» del independentismo sin necesidad de unirse en una organización común. «Podemos ir todos a una y no es necesario pisarnos entre nosotros», apuntó el líder parlamentario de Esquerra.

En el PDeCAT los sentimientos están repartidos. Hay un sector comprometido a ir con Puigdemont hasta donde haga falta y dispuesto a sacrificar las siglas de su partido. Pero la dirección del partido no piensa así, y su presidente, David Bonvehí, teme que la Crida sea un intento de fagocitación del PDeCAT. Algo que Puigdemont ya intentó con la ofensiva que acabó con la anterior líder del partido, Marta Pascal. La división entre los herederos de Convergència es tal que hasta el grupo parlamentario en el Congreso está partido en dos. El portavoz, Carles Campuzano, responde a la ortodoxia moderada de la dirección, pero la número dos Miriam Nogueras es una ferviente defensora de las tesis más radicales del expresidente.

Incluso en la CUP hay movimientos discordantes entre facciones proclives a mantener algún tipo de colaboración con Puigdemont y el Gobierno de Torra, y los sectores puristas que sitúan a la Crida y al Govern en la deriva «autonomista» con retórica «republicana».

El problema con el que a corto plazo se va a enfrentar el soberanismo tiene nombre de cita electoral. Los comicios municipales se celebran dentro de siete meses y hay una fuerte presión de los alcaldes para formar listas unitarias. Puigdemont y Torra son partidarios de las candidaturas conjuntas pero tuteladas por la Crida. Esquerra nunca va a dar ese paso, aseguran los dirigentes republicanos, y el PDeCAT se mueve en un mar de dudas tras la experiencia de Junts per Catalunya en las autonómicas de diciembre pasado, que encumbró a los fieles al expresidente pero relegó a los procedentes de la vieja Convergència.

Votaciones en el Parlament

El movimiento impulsado por Puigdemont lejos de unificar ha separado más las aguas secesionistas. Ni siquiera la tortuosa trayectoria que siguen en el Parlament, donde han perdido una treintena de votaciones desde que el soberanismo se quedó sin mayoría absoluta por el empeño de Puigdemont y tres de sus exconsejeros en no delegar su voto, ha hecho que el independentismo corrija su rumbo y busque la unidad.

Pero la fractura podría ahondarse aún más si el empeño del presidente del Gobierno en buscar el apoyo de los soberanistas a los Presupuestos del Estado se ve coronado por el éxito. Por ahora, tanto Esquerra como PDeCAT rechazan dar su respaldo hasta que no haya gestos significativos con sus líderes presos o avances en la autodeterminación. Pedro Sánchez confía en que, al menos, los planteamientos posibilistas de Esquerra se impongan y se sume al proyecto presupuestario.

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