Guardar la distancia sin ser distante

La fortaleza del poder judicial está en que es el único poder #en el que los ciudadanos seguimos mayoritariamente #admitiendo la necesidad de jerarquía y rigor.

La Justicia no debe dejarse condicionar por el entorno.
La Justicia no debe dejarse condicionar por el entorno.

La revolución tecnológica, la cuarta de las revoluciones industriales de nuestra historia, ha difuminado algunos límites, matizado algunos prestigios y tumbado algunas jerarquías. El poder de los Estados es hoy un poder más difuso. Google, Apple, Facebook y, sobre todo, Amazon acumulan el equivalente al PIB de la India. Los micronacionalismos ven una oportunidad en esa pérdida de poder de los grandes Estados-nación. El poder de la banca está muy matizado. Los grandes fondos de inversión ya no financian solo a los multimillonarios. Tenemos empresarios aragoneses en sectores diversos y con un tamaño medio que acuden a esos fondos a financiarse, ya no van a un banco o no solo van al banco. La pérdida de peso de los Estados y el desplazamiento de la economía hacia grandes corporaciones globales aleja aún más a los ciudadanos de los poderes supranacionales (por ejemplo la Unión Europea). En esta aldea global percibimos mejor, paradójicamente, el poder local. Nos es más cercano, más reconocible y, por lo tanto, más permeable y controlable. Desde ese punto de vista la imagen del poder se ha vulgarizado. Si se me permite la frivolidad, ha perdido hasta glamur.

Los cambios en los poderes políticos y económicos tienen un denominador común: los ciudadanos tenemos mayor capacidad de control que nunca desde un punto de vista formal y, sin embargo, vivimos más alejados que nunca de la toma de decisiones. Caminamos hacia un modelo en el que el ciudadano posee todos los derechos sin ninguna influencia. Nos gobernamos menos, nos gobiernan más.

En este nuevo orden/estado de las cosas el poder judicial tiene la obligación de renacer como verdadero poder. Es hoy por hoy el poder del Estado que tiene la mayor posibilidad de seguir siendo reconocible. Su modernización, abriéndose a la sociedad en aspectos tan diversos como su propio acceso o su autogobierno, el refuerzo de su autoridad, ganando en independencia, y la utilización en todos sus ámbitos de las nuevas tecnologías son factores más necesarios que nunca. Para que esos cambios sean útiles, sin embargo, el poder judicial debe mantener inalterable dos rasgos que lo caracterizan y que no se ven favorecidos por la revolución tecnológica: rigor jerárquico e insonorización frente al ruido mediático.

El rigor jerárquico es fundamental. El Derecho no puede entenderse sin jerarquía normativa y judicial. Algunos operadores jurídicos asistimos con preocupación al hecho cierto de que en estos momentos hay juzgados que, por ejemplo, no siguen la jurisprudencia del Tribunal Supremo. Son anecdóticos, pero existen, algo que es insólito en nuestra tradición legal. Tampoco ayuda que el Alto Tribunal provoque altos índices de inseguridad con espectáculos evitables, como el dado con la sentencia de las hipotecas. Todo un síntoma de que a los altos juzgadores les están fallando los aislantes y los filtros que deben distinguir la notable diferencia existente entre el ruido de las redes sociales y el clamor de la sociedad. Un juez ha de tomar distancia sin ser distante.

No me gusta la expresión ‘populismo judicial’, porque el populismo si lo es no puede ser judicial. Tampoco creo que -algunas excentricidades aparte- el sistema judicial en España haya caído en la perniciosa tentación del populismo. Por el contrario, sí creo que las nuevas generaciones de juezas y jueces deben ser conscientes de que sin rigor jerárquico y formal será muy difícil que el poder judicial salga indemne de la matización, la limitación y la pérdida de peso que han tenido el resto de los poderes del Estado en esta nueva revolución industrial, basada en la revolución digital anterior con la confluencia de tecnologías físicas y biológicas. La fortaleza del poder judicial está en que es el único poder en el que los ciudadanos seguimos mayoritariamente admitiendo la necesidad de jerarquía y rigor. Cualquier alternativa es caótica, como estamos viendo con lo del pago del impuesto en las hipotecas. Los ciudadanos que seamos dentro de veinte años necesitaremos un sistema judicial que nos proteja desde la seguridad jurídica. Tanto o más que nunca.

Víctor M. Serrano Entío es abogado