Pérdidas gualdas
El avance de los nacionalismos periféricos convierte lo español en algo marginal.
Lo español como algo subversivo, lo español como marca de una sociedad secreta, España con pátina iniciática: grado 33 para los aventajados de la rojigualda, más abajo perdonavidas de la tricolor republicana, en la base federalistas simétricos, casi fuera, asimétricos. Aragoneses y extremeños, alumnos aplicados, que con esfuerzo tratan de sacar el curso adelante y ven cómo el revienta aulas de turno disfruta de diálogo preferente y prebendas exclusivas. Sin tren desde Teruel, mil horas de Almendralejo a la capital y los Armadas postmodernos con su lazo amarillo siguen a lo suyo. Abuelicas que no pueden ir a misa en castellano en Salou, al pobre Telmo, que nació en Bilbao, su padre ingeniero burgalés no le puede ayudar con la Biología en euskera; los del Valvi Girona se iban a Gijón para matricular sus coches, hoy volverían decepcionados con una XI en su Seat Ateca. Los cromos de mi infancia mentían: ¿Desde cuándo Juliá se llama Narcís? Si mentían los cromos de la liga, los cartones y el pegamento, si ellos mentían no queda nada, solo el recuerdo de mi padre y yo apurando los días antes de un nuevo curso.
Perdimos España por corrección política y rodillo mediático, hemos perdido España por matemática democrática. Al final, el camino nos lleva a la queja y el desorden. Al final, habrá que hacerse nacionalista. Paz en las matemáticas. Suma y sigue. Mes de octubre, camino de La Coruña, Periferias en Uesca. Uesca independiente, fuera unionistas, ni españoles, ni cheposos. Con perdón.
Octavio Gómez Milián es profesor y escritor