Exámenes de septiembre

La universidad española tiene pendiente una reflexión seria sobre su funcionamiento y sus objetivos.
La universidad española tiene pendiente una reflexión seria sobre su funcionamiento y sus objetivos.
F. P.

Hace unos meses comenté la necesidad de que la universidad hiciera un ejercicio de catarsis y regeneración que disipara dudas sobre nuestra profesionalidad. Desgraciadamente, en septiembre, las cosas han empeorado. Se escuchan voces que piden más medios de control sobre nuestra actividad. Ahora no hay pocos, pero es opinión general que su utilidad es escasa. Independientemente del motivo (planteamiento, defecto de medios, falta de voluntad de ser evaluados…) la percepción social de nuestra labor docente está puesta en entredicho.

Se habla de aumentar los controles externos, el autocontrol, la frecuencia de los mismos. Endurecer los criterios de acreditación, recurrir a expertos externos son recetas de práctica común en países de nuestro entorno. Hoy no es mi objetivo indicar cómo mejorar esta situación. Quiero centrarme en que cualquier sistema propuesto debe ser coherente con los medios disponibles y los resultados que precisamos.

En primer lugar, la expansión en la impartición de títulos, muchas veces por encima de las posibilidades de algunas universidades, está originada por muchas causas. Si estas no desaparecen, el fenómeno se transformará pero no desaparecerá. El sistema universitario español fomenta el continuo aumento de alumnos. Como estamos inmersos en una sociedad mediática, las titulaciones que mayor interés captan van cambiando con el tiempo, lo que fomenta que todos queramos tenerlas en nuestros campus. Tengamos experiencia en ellas o no, tengamos profesorado suficientemente formado o no, hay titulaciones de ‘obligado cumplimiento’. Y nuestros órganos de gobierno caen en esta trampa.

Por otro lado, los profesores, jóvenes y no tan jóvenes, tenemos que presentar unos ‘curriculum vitae’ que empujan en la misma línea. Es muy frecuente escuchar en oposiciones y acreditaciones que se recomienda al pretendiente que dirija más tesis doctorales y trabajos de fin de titulación. La respuesta lógica es buscar los alumnos necesarios para ello. Volvemos a tener un sistema que premia más la cantidad que la calidad.

También es preocupante que la publicación sistemática de ránquines se haga sin explicar su significado. Para la gran mayoría, incluidos nosotros los profesores, los criterios de evaluación y quienes los han establecido son desconocidos y nos quedamos con el titular de prensa. Tal universidad está clasificada en tal posición. Si el resultado mejora todos sacamos pecho y si empeora nos justificamos. Pero de establecer objetivos estratégicos a largo plazo, nada en absoluto. El resultado depende, año tras año, de la participación individual de cada profesor o grupo. Ninguna empresa podría funcionar si sus diferentes departamentos no tuvieran objetivos comunes.

No he comentado nada de irregularidades o posibles ilegalidades cometidas. Las ha habido, las hay y las habrá, como en toda actividad humana. Es labor de los órganos jurisdiccionales juzgar los hechos y condenar los que sean punibles.

Es importante que empecemos a tener una institución más orientada a las necesidades del país. No podemos seguir pidiendo a los jóvenes que comienzan su carrera docente que dirijan todo tipo de trabajos, imprescindibles para su promoción profesional, y luego poner en duda la calidad de los mismos. No podemos aceptar que el objetivo de una titulación sea tener un ‘Hall of Fame’ donde presumir de exalumnos relevantes para usarlo de imán de nuevos pupilos si ello no es un reflejo de la calidad de la titulación. No podemos seguir pensando que el aumento continuo de alumnos es un fin en sí mismo. ¿Cómo les explicamos luego que casi un 40% de los titulados están ejerciendo labores profesionales por debajo de su cualificación?

Sí, a mejorar los sistemas de evaluación. Sí, a comparaciones con otros centros. Sí, a evitar la generación de redes clientelares en la universidad. Pero también sí, a analizar la coherencia y la utilidad de los criterios que se nos exigen para nuestro desarrollo profesional. Si un máster o una tesis solo sirven para que el alumno aumente su currículum y el director pueda presentar un mérito más, flaco favor le estamos haciendo al país. Es a España y a los españoles a quien les debe ser útil.

Ana Isabel Elduque es catedrática de la Universidad de Zaragoza