Por
  • Víctor M. Serrano Entío

El cadáver exquisito

El Valle de los Caídos.
El Valle de los Caídos.
J. J. Guillén / Efe

Robert Desnos, André Bretón y Tristán Tzara están en un café de Zúrich. Cada uno de ellos escribe una frase corta y seca en un papel. Desnos no ve lo que escriben Bretón y Tzara. Bretón no ve lo de Tzara. Viceversa. Nadie sabe lo que ha escrito el otro. Cada uno escribe su frase y para ocultarla hace un pliego en el papel. Terminan. Despliegan el papel. Leen el resultado. Es aparentemente inconexo. El surrealismo le da sentido. Acaban de inventar un juego: el cadáver exquisito. Man Ray, Yves Tanguy, Joan Miró y Max Morise cuelgan en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el MoMa, su cadáver exquisito. De sus dibujos inconexos sale algo entre utópico y distópico, un cadáver en el Apocalipsis y en ‘El jardín de las delicias’. Un personaje de ‘Stranger Things’ del que no sabemos si está en este o en el otro lado.

Pedro Sánchez escribe su frase. Dobla el papel y se lo pasa a Pablo Iglesias. Pablo escribe su frase, dobla el papel desconfiado y se lo pasa a Gabriel Rufián. Rufián escribe su frase. Abren el papel y su frase sobre el traslado de los restos de Franco (si es que quedan restos) parece alcanzar sentido. Sin embargo, es martes. Ya se sabe lo que le pasa al Gobierno los martes. Los martes no son un miércoles. Bien lo sabe Pedro Sánchez. El miércoles, y después de tanto resobar los dobladillos en el papel, el papel se le rompe. Sánchez ya no sabe el jueves si el Valle de los Caídos tiene que se Arlington o el cementerio de la Almudena. Pablo y Gabriel amagan con no volver a jugar con él a el Cadáver exquisito. Veremos. Es viernes. Acción, retracción, presidente.

El centro derecha español, que cuando gobierna no suele meterse mucho en política, debió hace tiempo haber sacado los restos de Franco del Valle de los Caídos. Aznar o Rajoy. Suárez legalizó el Partido Comunista. Felipe González se subió al capitalismo con más entusiasmo que la familia Rothschild. Aznar sacó de la cárcel a los insumisos de González y acabó con la mili. Zapatero colocó todos los ladrillos que Aznar le dejó por colocar. Rajoy siguió con esmero el plan Zapatero con ETA y nos subió los impuestos con saña. Hay cosas muy de izquierdas que solo puede hacer la derecha y cosas muy de derechas que solo puede hacer la izquierda. El escándalo siempre llega cuando la derecha se pone a hacer cosas de derechas y la izquierda cosas de izquierdas.

Lo que quede de Franco debió haber salido hace tiempo del Valle de los Caídos y debió haberse construido un museo nacional de la Memoria de la Guerra. De haberse hecho las cosas a tiempo y bien no se estarían ahora haciendo mal. La base de la Transición y de la reconciliación entre españoles no estaba apoyada en una repentina y cuasi espiritual bondad sobrevenida, sino sobre el arrepentimiento en ambos bandos. El crimen, el amor y la vida son los temas fundamentales de la historia y de la literatura. La culpa, el sentimiento de culpa, es carburante para los tres.

Sacar los restos de Franco requiere orden (jurídico), paz (política) y poca propaganda. Requiere menos argumentos del pasado y más cultura democrática en el presente. Pocos de esos ingredientes se dan este viernes porque el tiempo ha desaparecido. El tiempo, de tanto acelerar, se ha pulverizado. Existen los segundos, los minutos y, a duras penas, van aguantando las horas. Los días y los meses, ya no digamos los años, han muerto. El tiempo nos trae un presente indefinido. El futuro es irreal, es mera esperanza y el pasado ya no existe; lo pretérito es un mero recuerdo en el presente que no tiene por qué coincidir con lo que verdaderamente ocurriera. En esa ruptura temporal y distópica estamos y por eso los viejos de izquierdas y los viejos de derechas ven aún en Franco un cadáver exquisito, mientras los jóvenes ven, bajo demanda, ‘Black Mirror’.