Director de HERALDO DE ARAGÓN

Gestos agosteños

Heraldo
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Todo un ejemplo agosteño de rentabilidad compartida e interés propio. El encuentro de Pedro Sánchez y Pablo Casado en la Moncloa no podía haberse diseñado mejor ni haber dejado mayores réditos para PSOE y PP. Aunque los más entusiastas se atreven a hablar de la refundación del bipartidismo -una apreciación en exceso anticipada-, todos los detalles describen el mimo con el que se cuidó la cita (casi tres horas de duración, rueda de prensa posterior de Casado en la sala reservada al Ejecutivo, conocimiento previo por ambas partes de las comunicaciones a los medios, etc.) y la importancia que se otorgó al acto para fortalecer y certificar la imagen de ambos líderes.

Sánchez, al igual que Casado, necesitaba conceder visibilidad a su adversario y debía dar forma y dotar de escenografía a un proceso pensado para orientar el devenir político de los próximos meses. Casado, presidente del PP tras el congreso en el que derrotó a Soraya Sáenz de Santamaría, también se encontraba ante la obligación, una vez refrendado por los propios, de obtener el reconocimiento de su contrario. La imagen de ambos, que nos retrotrae al tiempo de un bipartidismo con mejor salud, marca una lectura fácil y sencilla de la dicotomía política, del maniqueísmo más básico, que fija en la oportunidad de la alternancia un modelo de gobierno. Ambos, con estéticas tan parecidas como reflexionadas, quisieron demostrar que son los legítimos depositarios de un valor en alza y altamente esperado por los españoles: la capacidad reformista.

Si hasta el pasado jueves Ciudadanos, con Albert Rivera a la cabeza, había gozado del favor de aquellos votantes que se definían urgidos por un reformismo ordenado, entendiendo esta fórmula como el deseo de una voluntad prioritaria de modernización institucional del país, tras la imagen en las escalinatas de la Moncloa Sánchez y Casado han buscado su incorporación formal a esta carrera. La posterior rueda de prensa de Casado -en la que se mostró como valedor y aglutinante de todo el centroderecha ideológico- y la comparecencia del viernes de Sánchez -en la que también ensanchó su gobierno desde el centro hasta muchos de los territorios naturales de Podemos- reflejan a las claras un giro que rompe con la idea decadente y extendida, especialmente entre el votante más joven, en la que se había sumergido al bipartidismo.

De lo que ambos mandatarios son conscientes es que el tiempo de las mayorías en solitario ha pasado. Las matemáticas obligan y los acuerdos serán con Ciudadanos (donde se pueden sentir cómodos Sánchez y Casado) o con Podemos. PSOE y PP, seguros de ello y del valor del centro (los españoles se definen, según datos de Metroscopia para HENNEO, en el 4,9 en una escala del 0 al 10), buscan arañar el mayor número de votos a Rivera aceptando que los naranjas pueden mutar de adversarios a aliados.

Sin grandes estridencias -España no es amiga ni alienta los extremos-, pero insistiendo en las diferencias, algunas llevadas oportunamente hasta la hipérbole, los dos grandes partidos se muestran dispuestos a pelear por el centro, el espacio natural en el que se han ganado y perdido muchas de las elecciones, convencidos de que uno frente a otro cobran mucho más sentido que frente a Podemos o Ciudadanos, donde sus discursos terminan por diluirse en los matices.

Los próximos meses, igualmente fundamentales para Sánchez como para Casado -este último llegará a las autonómicas y municipales con los equipos territoriales heredados de la etapa de Mariano Rajoy- servirán para confirmar la importancia concedida a los liderazgos personales y para descubrir el respeto mutuo y las muchas atenciones que se dispensarán PSOE y PP frente a Ciudadanos y Podemos.

miturbe@heraldo.es