El Gobierno ha anunciado que pretende modificar el Código Penal para que cualquier relación sin un consentimiento expreso sea considerada una violación. Suecia ya ha hecho algo similar. Como el ambiente anda calentito, los chascarrillos florecieron: “Habrá que pedir un permiso firmado”. A los españoles nos gusta ir a lo descabellado para apuntalar nuestras razones.

Ni tanto ni tan calvo. Lo que no puede ser es que a las víctimas se les exija tener heridas para demostrar que se resistieron. Y es lo que pasa en estos momentos. Es obvio que el consentimiento en una relación sexual se puede dar de muchas maneras, y la mayoría de la gente así lo entiende, así lo vive y a nadie se le ocurre que la ley caiga en el absurdo de formalizar una autorización. Pero tan delirante es eso como que una mujer tenga que demostrar su resistencia.

Vivimos una inflexión en la consideración de las agresiones sexuales. Estos cambios generan mucho ruido hasta que las cosas se asumen y se asientan. Dentro de poco, echaremos la vista atrás y nos parecerá inconcebible la situación actual. Y a pesar de los agoreros, seguro que seguirá habiendo sexo.