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  • Víctor M. Serrano Entío

Presidente Sánchez

Pedro Sánchez y sus ejercicios matutinos en La Moncloa
Pedro Sánchez y sus ejercicios matutinos en La Moncloa

El hombre –cito a Martin Heidegger– es un ser de lejanías. A Francisco Umbral le obsesionaba esa idea y creo recordar que tituló así uno de sus libros, trampantojo de ensayo al óleo de columna periodística. Umbral llevó muy mal, siendo el gran escritor que fue, no escribir una novela o un ensayo definitivos, aunque ‘Mortal y rosa’ siempre me ha parecido el gran libro definitivo de Umbral. Él defendía muy mal ese libro que le llegó pronto. Vuelvo a lo de que el hombre es un ser de lejanías. Incluso de sus hijos o sus libros.

El presidente Sánchez se autopublicita en televisión. Algo tiene la Presidencia del Gobierno que te aleja de ti mismo nada más llegar. Sánchez anda entre los jardines administrativos de Moncloa a paso sexy, a mitad de camino entre el paso de un modelo masculino recorriendo la pasarela con su brecha salarial y el paso firme del estadista entrando en sus colonias recién conquistadas. Caliente aún la tinta del BOE con el nombramiento, no hay presidente que no haya cogido del cuello a su perro fiel y a la TVE. Lo del perro fiel y la TVE es para que aprecien el pleonasmo. El nuevo periodismo-masaje viene también con manicura y pedicura. Pedro Sánchez es un presidente de lejanías y se le nota en su larga zancada la seguridad fingida del que no sabe a dónde va.

En tres semanas, Sánchez ha levantado el control previo de las cuentas catalanas; de todas, también de las destinadas a ahondar en la sedición. Habla de los presos sin añadir ya que «los presos» son unos golpistas. Meritxell Batet, ministra para asuntos catalanes, que es del PSC (y con Iceta y tres más es de hecho todo el PSC) encarna ese no saber a dónde se va, carta de navegación de Sánchez en Cataluña. Aún no se han dado cuenta de que la única razón por la que los socialistas han pasado de ser el partido mayoritario y de los obreros del cinturón industrial a ser el partido minoritario e irrelevante al que ya solo votan los notarios de Barcelona, es porque el separatismo catalán es xenófobo y represivo, excluyente y clasista. A los independentistas ya nos los retrató Azaña en sus diarios: «Con estos es imposible ir a ninguna parte». No sabemos si Sánchez ha leído a Azaña. El presidente habla de acercar presos –golpistas presos– pero calla sobre los cristales rotos en las sedes de Ciudadanos o sobre la arena apuñalada por estacas amarillas en las playas. De momento, es lo que hay.

Condonar la deuda a Cataluña y no hacer lo mismo con la del resto de las comunidades autónomas leales al Estado de derecho le levantaría el PSOE y le haría perder votos. Susana Díaz ya está que trina con lo de la financiación. El presidente es un ser de lejanías con el socialismo del sur, que es en realidad el poco socialismo que queda en el PSOE, que tiene un alcalde en Valladolid que duda de la portavoz de Ciudadanos porque trabajaba de dependienta.

Lo único que no le es lejano a Sánchez son Iván Redondo y las encuestas, como en su día Felipe González tuvo dependencia de Serrano, y José María Aznar fue ajeno a todo menos a Arriola. Y así, a cambio de calma tensa en el estallido catalán, Sánchez acabará condonando toda la deuda autonómica desde el cabo de Gata hasta el de Finisterre. Como si eso no fuera ser desleal con los leales y leal a los desleales. Se le echarán encima la UE y los mercados, y se disparará la prima de riesgo, pero lo hará a poco que Torra le ofrezca dos años de armisticio como contrapartida. Con 84 diputados y la secesión de Cataluña siempre amenazando al Estado, no todo le va a ser tan fiel como su perro esponjoso.

Cataluña será su espejo de Dorian Gray. Si es blando con los sediciosos caerá el Gobierno antes que el Estado, porque los ciudadanos se le echarán a la calle.