Aceitunas verdes

En medio del tumulto de las noticias políticas, apetece que llegue el buen tiempo.

Heraldo
Heraldo

Me apetece hablar del tiempo, de ese sol caliente que ya nos llega y de las ganas que se nos pone a todos de playa, chiringuito y sardinas. De escribir la canción más bonita del mundo. De olvidarnos de todo, pillar unos buenos libros y no dejar de sestear. De sacudir la cabeza y quitarnos malos pensamientos por saber que vivimos en un país en el que es difícil aburrirse y que nos regala días tan estrafalarios como el de San Antonio, en el que dimite un ministro, Urdangarín recoge su orden de ingreso en prisión y cesan de manera fulminante al seleccionador, a nada del estreno de España en el Mundial de fútbol. Un día raro por lo inusual de ver caer a alguien nombrado apenas una semana antes, que engañó a Hacienda hace años y se dedicaba en las tertulias matinales a despellejar a los defraudadores. Con un pasado feo, de esos que nos vuelve a recordar lo pringados que somos el resto de los mortales. Con el IRPFen las narices.

Un día para el recuerdo, por ver, también, lo importantes que son las formas y la educación y, sobre todo, el respeto. Julen Lopetegui y Florentino Pérez tienen mucho que aprender.

Me apetece hablar de ese cielo azul que te hace soñar y te lleva a mil sitios y entremezcla lo verdadero con lo hipotético, cuando, como en los libros, el deseo de vivir y el deseo de amar se confunden. Y pasear por la ribera, junto al río... Un todo que te limpia la cabeza de preguntas olvidadas y tremendamente aburridas como ¿dónde está ahora Puigdemont? ¿Qué hace? ¿Quién le subvenciona la vida? ¿Y los consejeros huidos con él? ¿Qué ha sido de Marta Rovira y Anna Gabriel en Suiza? ¿Qué hacen? ¿De qué viven? ¿Quién es capaz de pensar como la concejal del PP de Pinto, Rosa María Ganso, que hay personas «con discapacidad» o «feos» que utilizan la prostitución «porque no les queda otro remedio», y que «uno de cada cuatro hombres es un putero».

Por eso, quiero hablar del tiempo, de mi perro a mis pies y al sol de la mañana en una terraza, y mi vermú lleno de aceitunas verdes.