Jugar a los ministerios

Sánchez ha formado un Gobierno que anuncia la marca con la que acudirá a las siguientes elecciones.

Primer Consejo de Ministros de Pedro Sánchez
Primer Consejo de Ministros de Pedro Sánchez
Efe

Cuando Pedro Sánchez ganó la moción de censura con el apoyo de partidos que defienden fines opuestos al ideario del PSOE, muchas personas, entre ellas, a tenor de lo que declaraba públicamente, el propio Sánchez, daban por hecho que su mandato, expulsado Rajoy, solo iba a durar el tiempo preciso para organizar el pertinente proceso electoral. Sin embargo, al paso que se constituía el nuevo Gobierno, la provisionalidad supuesta se diluía en el deseo inconfesable de casi todos, no solo de los socialistas, de sacarle todo el jugo propagandístico a la legislatura.

Sánchez ha formado un Gobierno que anuncia la marca con la que acudirá a las siguientes elecciones, en la que destaca un perfil entre socialdemócrata y liberal, europeísta, atento a los mercados y sin concesiones a Podemos ni al independentismo por las bravas. Esto ha complacido a su electorado potencial y ha disipado los peores temores del sector conservador. Por eso, parece que de momento apenas importa que se trate de un Gobierno que no podrá gobernar de forma efectiva, a no ser que el genio de Sánchez, mezcla de resiliencia, oportunismo y sentido común, saque de la chistera una nueva praxis política que prescinda de las mayorías absolutas y de otras formalidades democráticas, un modo de proceder que hoy por hoy es propio de los estados de excepción o de regímenes autoritarios.

En todo caso, incluso la debilidad para gobernar del nuevo ejecutivo está siendo bien acogida por mucha gente. Y ello, no tanto por un anhelo tecnocrático, cuanto porque se percibe que la política nacional necesita ventilación y un largo receso, antes de librar las batallas que acechan. Personalmente, creo que es esencial que el PSOE supere el decaimiento, la división y la indefinición que lo lastran, pero temo que el medio elegido, el poder por el poder, pero sin poder, aunque legítimo, implique un uso partidista de las instituciones que banalice y deprecie la democracia. Jugar a los ministerios puede salir caro.