Meteorito Gürtel

La solución a cualquier problema empieza por reconocer que existe un problema. Sin este primer paso tan elemental, ninguno de los siguientes resulta posible. Da igual que haya un remedio si no se busca; quien niegue la enfermedad, jamás podrá sanar. En esta situación se halla atrapado el PP desde hace tiempo. La corrupción se ha convertido en un incómodo elefante dentro de la habitación de los populares. En parte, llevan razón cuando dicen que la trama Gürtel forma parte del pasado. Los hechos examinados corresponden a otra etapa y la propia causa judicial data del año 2009. Prácticamente, ha transcurrido una década desde que la palabra ‘Gürtel’ se sumó a nuestro vocabulario político y, a pesar de todo esto, la sentencia dictada por la Audiencia Nacional se siente como algo plenamente actual. El PP debería preguntarse qué ha hecho que un caso con un origen tan remoto fuera capaz de impactar con tal fuerza y desestabilizar en apenas unas horas la legislatura, justo cuando parecía más garantizada tras la aprobación en el Congreso de los nuevos Presupuestos Generales. Obviamente, hay intereses partidistas de por medio en los movimientos de la oposición, pero, sin una base real que les sirviera de pretexto o justificación ante la sociedad, no se hubieran planteado pasar a la acción y derribar al Gobierno.

Si a estas alturas Gürtel continúa haciendo daño al PP es porque nunca han afrontado con auténtica determinación los escándalos de corrupción que les rodean. Solo por una cuestión de cifras, 10 o 15 casos no pueden constituir ya algo aislado. Es su indolencia ante el problema la que convierte en presente el pasado, la que mantiene la herida abierta y supurando. Con la voluntad adecuada, el caso Gürtel ya se habría digerido políticamente o, como mínimo, resultaría menos lacerante para la imagen de la formación; sin embargo, su gestión del mismo a nivel mediático y judicial ha tenido el efecto contrario, insuflando una y otra vez al tema nuevas fuerzas con las que seguir atormentándolos. En 2013, la Audiencia Nacional expulsó al PP de la acusación popular al considerar que en realidad estaba empleando su posición procesal para defender a varios de los imputados. Ese año también fue en el que entregaron vacíos al juez instructor los discos duros de Bárcenas, después de haberlos formateado 35 veces. Fruto de este controvertido incidente, tanto el partido, en calidad de persona jurídica, como su actual tesorera están ahora bajo procesamiento y pendientes de juicio por los delitos de daños informáticos y encubrimiento.

Tampoco hace falta remontarse muy atrás para encontrar hechos de este tipo, los hay aún más recientes, de hace unos días. Con algunas excepciones, como la de Andrea Levy, la respuesta oficial del PP ante la sentencia pecó de arrogante en una situación donde la prudencia aconsejaba contrición y autocrítica, máxime al haberse encadenado el fallo judicial con la noticia de la detención de Eduardo Zaplana. Sobre este último asunto, en un alarde de cinismo, Rafael Hernando reaccionó pretendiendo vincular a Zaplana con Ciudadanos, al tiempo que omitía la larga y significativa trayectoria del exministro junto a los populares. En esa misma y capciosa línea argumental, el PP aún sostiene que el haber sido condenados como partícipes a título lucrativo entraña una absolución en materia penal y que, por tanto, acredita su desconocimiento de la trama. Siempre es grave no decir la verdad, pero en este caso particular la falacia posee, además, un cariz irónico. Los partidos políticos no eran penalmente responsables hasta la modificación del Código Penal aprobada por Rajoy en el año 2012. Atendiendo al relato fáctico de la sentencia, de haber estado vigente la reforma cuando ocurrieron los hechos, la responsabilidad del PP hubiera sido penal y no solo civil. Nunca lo sabremos, pero quizás si hubieran actuado con más humildad después de la sentencia, con verdadero espíritu de enmienda, el PSOE no se hubiera animado a plantear la moción o no habría logrado esta suficientes apoyos. En estos momentos, tiene poca importancia ya; no está tan claro respecto a Gürtel, pero la presidencia de Rajoy sí que forma parte hoy del pasado... O no, en España resucitar está empezando a convertirse en un hábito.