El señor de los charcos

El ministro de Justicia carga con una larga cadena de declaraciones inoportunas y comentarios comprometedores, pero tiene la confianza de Mariano Rajoy.

El ministro de Justicia, Rafael Catalá.
El ministro de Justicia, Rafael Catalá
Efe

Dotado de una facundia asombrosa, impropia de un ministro del gusto del presidente del Gobierno, Rafael Catalá se ha convertido en un dolor de cabeza para la Moncloa por sus controvertidos comentarios. "Va por libre, no se coordina", dicen en el PP, aún consternado por sus palabras sobre el juez disidente de la sentencia de la Manada. "No debo ser ciego, sordo y mudo", se ha defendido ante las críticas por haber aludido al "problema singular que todos saben" que tiene el magistrado Ricardo González, partidario de la absolución de los agresores sexuales.

Es una ‘rara avis’ en la galaxia Rajoy, que prefiere ministros del corte de Alfonso Dastis. Catalá "remata todos los balones", dice un compañero suyo, y siempre tiene algo que decir por delicado que sea el asunto. En un Gobierno poco hablador, siempre encuentra tiempo para unas declaraciones. Y como tanto va el cántaro a la fuente, a veces resbala.

Acredita el triste mérito de ser el primer ministro reprobado por el Congreso por "obstaculizar las acción de la Justicia en las causas judiciales por delitos relacionados con la corrupción". Un tirón de orejas por sus descalificaciones a las fiscales del caso Púnica por no archivar la causa que afectaba al entonces presidente murciano Pedro Antonio Sánchez. En el mismo paquete iban el fallecido fiscal general José Manuel Maza y el dimitido jefe de Anticorrupción Manuel Moix. Aquella "injerencia" motivó que asimismo fuera reprobado del Consejo Fiscal, algo también inédito.

Pero su querencia por enredar en la Fiscalía venía de antes. En su día, se negó a renovar el mandato de la fiscal general del Estado Consuelo Madrigal por resistirse a ciertos nombramientos, entre ellos el de Moix. Una designación que, al parecer, anhelaba el expresidente de la Comunidad de Madrid Ignacio González para detener la investigación sobre su ático en Marbella.

El exgobernante madrileño le dejó con las vergüenzas al aire en una conversación telefónica con el presidente del Atlético de Madrid y amigo de ambos, Enrique Cerezo, que contó a su interlocutor a propósito de la causa del ático: "Me encontré el otro día con Rafa y me dijo que lo está mirando". A lo que González respondió: "A mí me puso el otro día un mensaje encantador". El mensaje en cuestión era: "Ojalá se cierren pronto los líos". Catalá intentó sepultar la polémica: "Fue una frase de cortesía" referida a la situación política general. Además, se jactó de contar con Rajoy, que le había dicho que "estas cosas pasan". Un agradecimiento envenenado porque refrescó a los despistados el mensaje del presidente del Gobierno a Bárcenas, "Luis sé fuerte".

No fue el único charco que ha pisado en los últimos años. En noviembre de 2016, después de haber sido elegido diputado del PP por Cuenca como candidato cunero, quiso hacer méritos en el partido y se despachó con un "la responsabilidad política por la corrupción se salda en las urnas". Quiso salir en ayuda de su colega de Industria José Manuel Soria al destaparse sus negocios opacos en Panamá y negó que el país centroamericano fuera un paraíso fiscal; solo tenía "una cultura tributaria diferente". También dijo que "no había culpa" del Gobierno en la tragedia del Yak 42, y la ministra de Defensa le dejó en evidencia con una petición de perdón.

Tampoco vio "trascendencia penal" en el borrado de los ordenadores del extesorero del PP porque es "normal que cuando un empleado se va, se limpian los archivos". La causa penal está pendiente de juicio en la Audiencia Provincial de Madrid.

Mujeres en el Constitucional

Defendió que el magistrado Enrique López -"no es un facha", dijo- formara parte del tribunal del caso Gürtel, pero la Audiencia Nacional le ha apartado por sus vínculos con el PP. Defendió que se sancionara a los medios informativos que publicaran asuntos bajo el secreto de sumario y propuso debatir sobre los límites a la libertad de información. Se tuvo que tragar sus palabras. Enfadó a las mujeres de la carrera judicial mantener que había pocas mujeres en el Tribunal Constitucional porque "los perfiles sénior son difíciles de encontrar entre las mujeres".

Una sucesión de charcos salpicados que, sin embargo, no le han pasado factura ante el presidente del Gobierno, al menos en apariencia. Rajoy se fijó en él porque quería un ministro discreto, de un perfil menos mediático que Alberto Ruiz-Gallardón y que no generara polémicas. El ojo del presidente deja que desear, al menos en este caso, aunque escogió un profesional que parecía discreto y había pasado por casi todo el escalafón desde 1988 en cinco Ministerios, desde subdirector general de Personal en Sanidad a director general de la Función Pública, y después subsecretario de Hacienda, y dos veces secretario de Estado de Justicia y de Infraestructuras.

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