Aluminosis institucional

Alfredo Pérez Rubalcaba, este lunes en Valladolid.
Alfredo Pérez Rubalcaba.
EFE

Dicen los manuales que aluminosis es la alteración de algunos hormigones en los que se ha empleado cemento aluminoso; es más poroso y fragua más rápidamente pero, especialmente en zonas húmedas o contaminadas, se degrada y pierde resistencia, poniendo en peligro la estabilidad del edificio. Como aluminosis institucional denominaba recientemente el exlíder del PSOE Alfredo Pérez Rubalcaba el conjunto de patologías de la arquitectura institucional de España, en un momento en el que la gente desconfía de las instituciones porque, en vez de resolver problemas, los crean. Patologías que esta primavera sufrían en solo una semana varias subidas de fiebre, desde la Casa Real a nuevas derivadas de la crisis territorial y la endémica corrupción política.

Ya queda lejos el ‘duelo de reinas’, y eso que el último ‘¡Hola!’ viene fuerte. Desde mi punto de vista, un incidente sobredimensionado que presenta porosidad en el empeño de la Reina por hacer de su posición un trabajo. Teniendo en cuenta que procede del periodismo, una actividad/veneno que se ejerce hasta cuando se duerme y que ella desempeñó con gran vocación, no parece posible ejercer su función a tiempo parcial.

Qué decir de la deriva del secesionismo catalán. Con el proceso en manos de la Justicia, ahora internacional, y aunque los riesgos mayores estén conjurados, continúa el deterioro de la convivencia en Cataluña. Lo hemos visto quienes hemos ido allí esta Semana Santa y se ve en momentos como el protagonizado por Víctor Amela en el programa de TV3 ‘Preguntas frecuentes’: "No puede ser que haya catalanes que tengan miedo de venir a su televisión". Igual que entre familias y amigos: mejor no hablamos y así nos evitamos sufrir.

Y de ahí a la crisis de Madrid, catalizada en el falso máster de Cifuentes y que resume las múltiples degradaciones de la aluminosis institucional. Entre ellas, la que se aplica la propia Cifuentes de apuntarse, otra más, a aquello de que quien resiste gana. Cuando el Gobierno de Rajoy lamenta la escasa valoración de la recuperación económica, debería considerar que, sin regeneración moral, el crecimiento del empleo no es suficiente. Tanto tancredismo corroe la credibilidad del sistema, como la alúmina al cemento.

Pero padecer aluminosis no equivale a ruina. Cuando afloró en España, muchos edificios tenían otros valores que impulsaron su reforma para suplir o compensar con éxito la pérdida de resistencia.

El mismo Rubalcaba reivindica el imperio de la ley y el reconocimiento de los valores de la sociedad española, que a lo largo de la crisis ha demostrado su carácter solidario e inclusivo, para reconstruir el edificio común. Las calamidades presentes nada tienen que ver con la convulsa historia de España, jalonada de grandes desastres, recordaba.

Ayer mismo, era un alivio escuchar al ex primer ministro francés Manuel Valls hablando de España y Europa. Reivindicó España como país con una democracia de primera, donde funciona el Estado de derecho. Y apeló a defender el proyecto europeo basado en la libertad, la democracia y el Estado de bienestar. Para Valls, el rumbo de los países lo están marcando los populismos de distinta índole, excluyentes ‘per se’, lo que nos obliga a reforzar la democracia, aun con sus imperfecciones. Y ante la crisis de la socialdemocracia, tener la valentía de hacerse nuevas preguntas y buscar nuevas respuestas, con mirada amplia. Eso implica romper corsés ideológicos, refractarios a la realidad, como los que han llevado a su antiguo partido el PSF a la jibarización: este mismo mes han elegido nuevo secretario general en medio de la irrelevancia que le confieren sus apenas 30 diputados. "Abrir las alas", decía Valls, gobernando desde el centro todo lo que se pueda abarcar, reformando, recomponiendo y trabajando juntos y cuantos más, mejor, como eficaces contrafuerzas para superar la aluminosis institucional.