Titulitis inútil

Cristina Cifuentes en el pleno de Madrid
Titulitis inútil
Efe

Es obvio que la posesión de un título no es sinónimo de inteligencia. Muchos lo han señalado. Así, Alejandro Lerroux, del que sus adversarios se burlaban por su falta de educación superior, narra en sus memorias: "Yo era diputado, jefe de un partido y de una minoría parlamentaria, propietario de periódicos y orador reconocido, pero carecía de lo que tienen tantos tontos: un título universitario".

Cristina Cifuentes no es tonta. Todo lo contrario. Al querer ampliar su currículum con un máster conseguido sin esfuerzo, ha demostrado que es demasiado listilla. Y su descaro ha tocado un nervio social muy sensible. La ciudadanía traga mejor a un caradura que a quien se burla con descaro del esfuerzo económico de las familias que pagan disciplinadamente los cursos de posgrado.

Parece ser que a la presidenta de la Comunidad de Madrid no le movió tanto la ‘titulitis’ como el deseo de medrar profesionalmente cuando termine su trayectoria política, algo que ahora parece muy próximo. Quería tener los títulos imprescindibles para trabajar como profesora universitaria.

Claro que si en vez de dedicar su tiempo a intrigar lo hubiera invertido en leer Historia, la señora Cifuentes podría haber aprendido en cabeza ajena a través del episodio en el que otro ilustre protagonista de la política madrileña, Canalejas, fue derrotado por Menéndez Pelayo en unas oposiciones. El miembro del tribunal que decidió la plaza con su voto consoló al perdedor diciendo: "Pero, hombre de Dios, si va usted camino de ser ministro, ¿para qué diablos quiere ser catedrático?".

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