Subdirector de HERALDO DE ARAGÓN

Las semejanzas

Carles Puigdemont posa en una sesión de fotos tomada el pasado mes de febrero en Bruselas.
Carles Puigdemont.
E. Dunand/Afp

Era una cuestión de tiempo. Los nacionalismos, tan nocivos por definición, terminan por asemejarse unos con otros cuando colocan la proa hacia el imposible. Le sucedió al País Vasco y, ahora, a Cataluña. Cuando tienen que enfrentarse a la realidad, cuando se les corta el camino de sus ensoñaciones, cuando se les exige responsabilidad y sentido común, se echan al monte y activan el amedrentamiento y la violencia, sus únicos argumentos. En el País Vasco y Navarra, la llamada ‘kale borroka’ actuó durante décadas como lo que eran, unos matones descerebrados al servicio de ETA que quemaban autobuses, oficinas bancarias y todo lo que se les pusiera por delante de sus frustraciones. En Cataluña, algunos seguidores de esa locura autodenominada ‘procés’ empiezan a amenazar a jueces, levantan barreras de autopistas y se colocan frente a las Fuerzas de Seguridad para demostrar que lo suyo es proteína democrática. Alguien ya ha dicho que no saben cómo deshacer el tremendo ridículo que han hecho con su obcecación pueril. Y tiene razón. A ver quién le hace ver ahora a Puigdemont que debe aceptar las normas en un Estado de derecho.