Cuestión de tiempo

Carles Puigdemont
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Reuters

Como el tinglado estaba montado sobre la base del despilfarro económico de los fondos de todos los ciudadanos, sumado a las emociones y sentimientos, no hay mucho más que hacer. En realidad, todos sabíamos que España es un Estado de derecho y que la Justicia iba a actuar, incluidos los separatistas. El problema es la digestión del ridículo, que necesitará años, quizá lustros. Aunque es preciso salvar las distancias con Cataluña, el País Vasco y Navarra han sufrido decenios de injusticia, de un dolor sordo y profundo quizá no tan contado como parece. Hubo momentos en los que los ciudadanos de bien bajaban las persianas ante las manifestaciones de Batasuna, con el miedo incrustado en el alma. Pocos pensaron que una sociedad atemorizada por los violentos pudiera dejar paso a una asunción de un fracaso colectivo e incluso a una reformulación de las aspiraciones en el nacionalismo moderado. El PNV ya no se echará al monte y los convergentes bajarán de él en Cataluña, aunque cueste más de lo deseable. Pero las pulsiones nacionalistas seguirán durante generaciones. Por ello se necesita un Estado que actúe sin complejos y políticos audaces.