Una tregua deliberada y abiertas discrepancias
Acabados los procesos congresuales, en los que Pedro Sánchez no ha podido torcer el brazo a los principales barones críticos que nunca apostaron por él, las discrepancias internas solo han bajado el tono, pero ni mucho menos han desaparecido. En este contexto, las relaciones entre el secretario general y el líder del PSOE-Aragón, Javier Lambán, siguen estando lejos de la sintonía y la empatía, aunque sí esta funcionando vías de entendimiento entre ellos y la ejecutiva federal y los socialistas aragoneses, fundamentalmente a través del responsable de Organización, José Luis Ábalos.
A un año de las elecciones europeas, autonómicas y municipales, los socialistas no se pueden permitir el lujo de seguir a la gresca, así que tanto Sánchez como Lambán han asumido una tregua deliberada para que el PSOE-Aragón pueda entenderse y colaborar con Ferraz, evitando conflictos y abriendo vías de interlocución que llevaban casi dos años bloqueadas.
Es decir, que en lo orgánico, con matices y con lealtad, cada uno hace lo que cree conveniente y serán las urnas las que marquen el futuro, porque si los resultados no mejoran y no cumplen las expectativas, volverán las guerras.
Es notorio que Lambán, en la misma línea que García-Page, Fernández, Puig o Vara, va a mantener en público un claro apoyo a Sánchez con cierre de filas, sin desmarcarse con la acritud que lo ha hecho Susana Díaz. La maquinaria socialista necesita ser engrasada en el ámbito federal, autonómico y municipal para tener opciones ante los comicios de 2019.
Cuestión bien distinta es el discurso y la puesta en escena del programa y la propuesta institucional y electoral. Lambán no va a ceder en la unidad territorial de España porque sabe que le supondrá un coste en los comicios de 2019, como tampoco lo hacen el resto de los barones. El problema no es tanto que Sánchez no entienda la postura de sus barones, como la presión que ejercen directamente sobre él y la ejecutiva federal las socialistas catalanes (PSC), con Iceta a la cabeza, y los de las Islas Baleares (PSIB), con una Armengol cada vez más cerca de las confluencias procatalanistas e indepedentistas.
Más matizada es la posición de los valencianos (PSPV), donde Puig aguanta el tirón de Compromís y la presión de los partidarios de seguir pasos similares a los independentistas catalanes, al menos en al tema de la inmersión lingüística.
La defensa del castellano es el asunto que más claramente marca la diferencia entre el discurso de Sánchez y del federal y el del secretario general del PSOE-Aragón. Lambán ya se ha desmarcado del PSC, y en parte de Ferraz, tanto en la aplicación del 155 en Cataluña como en la necesidad de recuperar el castellano como lengua vehicular en el sistema educativo catalán. Medida que hace extensiva a Baleares y a Valencia para intentar frenar el crecimiento de sectores que siguen las pautas del independentismo catalán. La federal está preocupada, pero no frena el tono soberanista que deja hueco a partidos como ERC, Compromís, Més, a colectivos antisistema y sobre todo a Ciudadanos. El ejemplo es Podemos, que cae en las tres comunidades y al que su carencia de un proyecto unitario para España le pasa factura en todas las autonomías en beneficio de Cs.
Eso es lo que Lambán, como García-Page, Vara, Fernández y Díaz, quiere evitar. No solo con ese asunto. En el caso de Aragón, además del patrimonio histórico y cultural, el pulso es lograr una reforma de la financiación ponderando el coste de los servicios cuando se sufre despoblación, dispersión y envejecimiento. Y aquí, Lambán tampoco va a ceder, pese a que Puig, Iceta y Armengol están por aumentar el peso de la población en detrimento de la "España vacía". En la misma línea se produce el choque entre el PSOE del interior y el periférico ante un pacto del agua y las reformas de la ley electoral y de la Constitución. Y es donde hoy por hoy, los discursos de Sánchez y Lambán no terminan de encontrarse.