Yo te saludo, Carlos
Corrían los ochenta en la España que se asomaba a la democracia, cuando el país se vio sacudido como otros por una convulsión ajena a la política. Plazas con velas, protestas de desagravio ante los cines El director francés Jean-Luc Godard estrenaba la película Je vous salue Marie (Yo te saludo, María), una heterodoxa evocación sobre José y María que tal vez hoy pasaría inadvertida. La indignación tomó las calles, llegó al Vaticano en forma de condena pública y al festival de Cannes, con tartazo en los morros del cineasta. Visto con perspectiva y en contraste con el pregón del carnaval protagonizado por un presunto dramaturgo en Santiago de Compostela, aquello pudo resultar un hito de la cultura agitadora del momento. Este último, que vuelve a motivar actos de desagravio tres décadas después, no. Se queda en zafia pretensión de ofensa a la virgen del Pilar y, por su irrelevancia neuronal, puede molestar incluso a los menos creyentes. Con respeto, hoy se puede ser de todo: religioso o laico, clerical o anticlerical Lo que no se puede permitir es una dualidad tan acusada entre gente normal y gentuza que vive del insulto a los demás, como este tal Carlos Santiago.