Lengua vehicular

La educación de los niños exclusivamente en catalán ha sido, desde el comienzo de la autonomía, la piedra de toque del nacionalismo en Cataluña, tanto del más extremo como del más moderado. Y en las escuelas se ha ido fraguando, en buena medida, la base para un proceso separatista que es a la vez un intento de desespañolizar Cataluña. Ahora, ¡cuarenta años después!, el Gobierno anuncia que pondrá límites a la inmersión lingüística, cumpliendo las sentencias que establecen que los padres tienen el derecho de elegir la lengua en la que se enseña a sus hijos. No está claro si lo conseguirá, ya que los obstáculos son considerables. Y ni siquiera es seguro que tenga la intención de emplearse a fondo para lograrlo. Pero el mero hecho de que se haya atrevido a proponer tal cosa indica que el continuo avance del nacionalismo hacia una diferenciación territorial cada vez mayor no solo puede detenerse cuando choca con el Estado de derecho, sino que podría dar marcha atrás. Bueno es que lo sepamos todos. Mientras tanto, en Asturias, buena parte de las fuerzas políticas andan empeñadas en convertir el bable en lengua oficial. Una oficialidad ‘suave’, aseguran. Así se empieza.