Puigdemont en su laberinto

Mientras todo indica que Carles Puigdemont se prepara para permanecer una larga temporada en Bruselas, las divisiones entre los partidos independentistas catalanes se hacen cada vez más evidentes, aunque nadie se atreve a apartar al expresidente.

Puigdemont tiene la intención de quedarse a vivir en Bruselas. De hecho, busca casa, y el empresario que suele acompañarle, Josep Maria Matamala, había apalabrado una, una residencia de más de 500 metros cuadrados, con amplio jardín, en una urbanización de Waterloo, a una veintena de kilómetros de la capital belga. El contrato de alquiler, por un mínimo de un año, indicaba que el expresidente de la Generalitat quiere permanecer largo tiempo en la capital belga; y aunque no cuenta con ingresos, el coste era de 4.400 euros mensuales. Al parecer, la operación se frustró cuando un periódico belga publicó la noticia.

Entre tanto, se hace evidente la quiebra profunda de las relaciones entre los partidos independentistas, que algunos ya reconocían en privado. El distanciamiento entre ERC y Junts es total. En ERC están haciendo todo tipo de maniobras para neutralizar a Puigdemont como candidato. Confiesan que ya no saben qué fórmula buscar para quitarse de en medio a un expresidente que solo ha traído problemas, que solo piensa en sí mismo, que cuesta mucho dinero y que pretende imponer siempre su criterio. Fueron los de ERC los primeros que dijeron que Cataluña no se podía gobernar desde el extranjero y ha sido el presidente del ‘Parlament’, el republicano Torrent, el que aplazó el debate de investidura. El propio Puigdemont ha comprendido que pierde apoyos; no hay más que leer los mensajes que envió a Comín en los que se consideraba ya un perdedor.

Nadie sabe exactamente de qué vive Puigdemont, porque no solo hay que pagar hotel o vivienda, sino los gastos corrientes. En Bruselas se cuenta que, además de Matamala, le pagan gastos media docena de empresarios catalanes que simpatizan con el independentismo. Y lo que está comprobado es que el eurodiputado Ramón Tremosa se ha puesto a su disposición para facilitarle la infraestructura que necesita para aparecer como un presidente en el exilio: gestiones políticas, reuniones y ruedas de prensa, vídeos, agenda, visitas. Los nacionalistas flamencos prestan también alguna ayuda en este sentido, pero parece ser que es la oficina de Tremosa en el Parlamento Europeo (PE) la que paga incluso gran parte de las comidas y cenas de Puigdemont, y de hecho el PE investiga las facturas de Tremosa y sus asistentes por si hubieran pasado como gastos parlamentarios facturas de Puigdemont.

En el PE no lo quieren ver, no es eurodiputado y no quieren que utilice sus instalaciones para promover el independentismo. Hace tres días, Roures presentó en la Eurocámara su documental sobre la violencia en Cataluña y el presidente Tajani pidió la lista de invitados para comprobar que no acudían ni Puigdemont ni ninguno de los exconsejeros fugados. Sin embargo, apareció Clara Ponsatí, que no figuraba en la lista.

El alquiler, al parecer fallido, de la mansión de Waterloo demuestra que la huida de Puigdemont va para largo. Tiene pavor a regresar a España y acabar en prisión. Quiso burlarse de quienes le vigilan publicando en las redes sociales fotografías con las que pretendía aparentar que estaba en Barcelona o en camino hacia Barcelona. Los que tienen como tarea controlarle no se inmutaron: sabían perfectamente dónde estaba. No había salido de Bruselas, la ciudad en la que de momento se siente cómodo. Hasta que un día haya un presidente de la Generalitat y él pase a un segundo plano, o hasta el día en que la Justicia pueda atraparle para que responda ante los tribunales. Que todo se andará.