Por
  • Esther Esteban

Puestos a imaginar

Imaginemos un día en el que hablemos de otra cosa, imaginemos que Cataluña no es el monotema, que escribimos no de banderas e identidades sino de los asuntos que afectan a los ciudadanos: el trabajo, la educación, la sanidad, las pensiones. Imaginemos que, después de tantos despropósitos, los políticos catalanes que han llevado a la sociedad a un quebranto imposible dejan paso a otros que puedan arrancar una legislatura sin condicionar la acción política a su horizonte procesal.

Algunos han podido pensar que, tras la renuncia de Artur Mas, el abandono de Carles Mundó, el paso al lado de Carme Forcadell y la ‘apostasía’ de los Jordis y de Joaquim Forn, estábamos asistiendo, de alguna manera, a un cambio de rumbo hacia la anhelada normalidad. Estos movimientos, sin embargo, no se comparecen con la actuación de Puigdemont, que no está por la labor de dar un paso ni atrás ni al lado, por mucho que en las propias filas independentistas algunos le estén señalando la puerta de salida. He entrevistado a Ferran Bel, uno de los dirigentes pata negra del PDECat, diputado, alcalde de Tortosa, que ha visitado a Puigdemont en Bruselas, y me dio un dato sorprendente: que fueron Junqueras y Puigdemont quienes pactaron que "uno se exiliaba y el otro no; ellos y el resto de los ‘consellers’, y cada uno escogió para que todo fuera equilibrado", me dijo. Si esto fue así, resultan llamativas las discrepancias que estamos viendo entre los que huyeron y los que están encarcelados. ¡Claro que la cárcel tiene efectos de flojera ideológica! Dicen algunos que sobre la repentina docilidad constitucional de los que apostaban por el golpismo hace bien poco se puede deducir que el poder judicial es quien está repeliendo el golpe.

Pero imaginemos que, finalmente, el huido consigue la cuadratura del círculo y gobierna de forma telemática. Como él es el piloto, imaginemos que hay un efecto de imitación y que sus ‘consellers’ hacen lo propio y en vez de ir a sus despachos dirigen las consejerías de forma telemática... Y que los alcaldes independentistas hacen lo mismo y optan por gobernar los municipios de manera virtual. ¿Y si los funcionarios de la Generalitat decidieran hacer lo mismo? El razonamiento es simple: si no es necesaria la presencia física para gobernar, ¿por qué lo va a ser para trabajar o para desarrollar cualquier actividad que puede hacerse vía internet? Lo que intenta Puigdemont, llevado a las últimas consecuencias, roza el esperpento, pero si alguien que debe tener una actitud ejemplar hace lo que le viene en gana, no puede exigir a los demás que no hagan lo propio. De hecho, ahí está el famoso tema de Tabarnia, que empezó siendo una broma y sus promotores hasta han presentado ya la bandera ‘oficial’ –que puede comprarse por 20 euros– de ese territorio, formado por Tarragona y Barcelona y que pide ser una autonomía dentro de España si Cataluña se independizase.

Por imaginar, podemos imaginar de todo, pero si volveremos a la España real, y reconociendo que Cataluña es una patata caliente que no acaba de enfriarse, lo cierto es que, mientras algunos dirigentes del mundo soberanista intentan sobre el terreno buscar una salida más o menos razonable –y eso es justo reconocerlo–, Puigdemont tiene tantas ocurrencias como tiempo libre y entre col y col diseña páginas web del ‘govern de la republica’. Estamos hartos de imaginar y, si podemos elegir, me quedo con ‘Imagine’, la canción de Lennon, que es todo un tratado de lo que de verdad importa imaginar.