Atasco y punto muerto

El pacto entre Carles Puigdemont y Marta Rovira para la constitución de la Mesa del Parlament no logra alentar a las fuerzas independentistas: las renuncias pesan más que los esfuerzos del expresidente por mostrarse como principal valedor del ‘procés’.

Mas, Forcadell, Mundó... El independentismo refleja su fatiga. Convertida en un absurdo, la huida de Carles Puigdemont, pese al respaldo electoral que conviene no ignorar ni ningunear, castiga a los suyos, a los más íntimos. La obcecación, todo un símil que define la anteposición del personalismo frente al interés general, no solo mantiene a Cataluña frenada sino que ha logrado dinamitar a los rostros más reconocibles del secesionismo. Todavía sin haberse dejado rozar por el sentido común, Puigdemont insiste en el disparate de una investidura a distancia, telemática. Corregido por los letrados del Parlament, se retuerce hasta el estrambote cuando sugiere la proclamación de un personaje interpuesto para ocupar el sillón de ‘president’; como lo fue él mismo tras el veto impuesto por la CUP a Mas. Legal, pero muy poco honorable para el futuro ‘president’ de una nueva legislatura al que se le reclamará mucho más que el veloz viaje en avión de Marta Rovira a Bruselas para cerrar el pacto de la Mesa del Parlamento catalán. Un gol por toda la escuadra que deja a Inés Arrimadas sola frente a sí misma y a los Comunes, empeñados en su particular estrategia de hundimiento. Aunque, como matiza Pablo Echenique –sin mostrar la más mínima crítica interna–, la culpa de su descalabro político es de la Prensa.

Así, atascados, con los Jordis dispuestos a negar tres veces, Ciudadanos dice ahora que quiere gobernar –también aseguró que buscaría la presidencia del Parlamento catalán, un puesto tan estratégico como simbólico–, aunque en clara contradicción manda señales reconocibles de que quizá la bancada de la oposición resulte más cómoda y rentable. Cataluña no es la última parada de Ciudadanos. Albert Rivera apunta directamente a la Moncloa.

Cataluña continúa en su menudeo político, sin descubrirse ninguna intención de pacto o flexibilidad. Nada de democracia consensual y mucho menos ninguna intención de aprovechar la interinidad del artículo 155 para pensar en el día después. Tan solo Mas, con su marcha, parece haber sido capaz de agitar al PDECat, o a lo poco que queda de un partido que gobernó con mayoría absoluta y gracias a los réditos de los acuerdos con Felipe González y con José María Aznar. El delfín de Pujol, el hombre que en la Diada de 2012 se vio sobrepasado por la reivindicación independentista mientras pensaba en una mejora de la financiación y que ahora, en su retirada, sugiere tímidamente a Puigdemont que dé «un paso al lado».

En el resto de España la discusión nos retrotrae a los años treinta del pasado siglo XX. Reverdece el debate entre Azaña y Ortega y se celebra la llegada de un desmemoriado adanismo político como principal apuesta para dar carpetazo a la Transición. La propuesta del PSOE de reforma constitucional también se atasca. Los tres ‘padres’ de la Carta Magna que acudieron esta semana a la comisión del Congreso para la evolución del modelo territorial –Herrero de Miñón, Pérez Llorca y Roca– no creen oportuna una reforma: faltan consenso y concreción. Los populares se asientan en la apatía, o la ausencia de proyecto, y su preocupación tras los comicios catalanes vuelve a ser muy personal: ¿cómo se puede frenar a Ciudadanos? El debate sobre la España autonómica, en especial sobre su financiación, que conviene recordar que no solo afecta a Cataluña sino a la supervivencia de la España interior, tampoco está en su relación de prioridades.

El presidente Javier Lambán, mientras tanto, disfruta del viento a favor que sopla en Aragón. Una circunstancia que le exime de aportar un modelo autonómico más allá de su exigencia de una nueva financiación y del rechazo inmediato al independentismo catalán. Se echa en falta un relato propio, diferenciado e integrador y acorde a su condición de barón socialista; un discurso para esta Europa de las regiones en plena mudanza y que tiene la oportunidad de reverdecer tras la tormenta catalana.