De los nervios

Hay un serio peligro de que 2018 vuelva a ponernos de los nervios a los españoles. Y para nada, como ya ocurrió en 2017. Aunque se amortigüe la tabarra catalana, ya nos amenazan con el sonsonete de la reforma constitucional. Y no es que no se pueda, y quizás se deba, modificar la Constitución; es que el propósito de lo que se plantea resulta oscuro y el resultado, incierto. No cabe duda de que si se propone ahora con insistencia tal reforma es precisamente a resultas del desafío de los separatistas, como una manera de darles una especie de premio de consolación. Y por ahí debe de ir el latiguillo de Pedro Sánchez con el federalismo. Para luchar contra la corrupción o para mejorar la calidad de la democracia, lo que hace falta es más honestidad y mejores hábitos en la clase política; y, acaso, alguna reforma legal, pero no de la Constitución. Y para un Estado de bienestar más generoso, lo que necesitamos es una economía sólida y no ponernos a juguetear con el armazón de la convivencia civil. Más nos valdría ocuparnos de las cosas de comer, en vez de volver a enzarzarnos en polémicas poco productivas, que solo sirven para eso, para ponernos a todos de los nervios.