¿En qué difiere una teología hecha por mujeres de la de los teólogos varones?

La mujer tiene otra manera de sentir, de experimentar. Existe una discusión sobre si esto es algo dado ontológicamente o algo creado culturalmente. Tenemos cuerpos diferentes, y cuando se siente, se experimenta o se piensa, se hace con toda la persona. Esta corporeidad determina la manera de pensar y de sentir. La mujer es más holística, integra más las cosas; el hombre es más racional, las separa. Una teología hecha desde la mujer integra mucho más lo cotidiano.

¿Y esas dos visiones se enriquecen mutuamente o colisionan?

Son enriquecedoras y tienen que estar en reciprocidad. Pero el pensamiento de la mujer en la Iglesia católica se está teniendo en cuenta desde hace pocos años. La riqueza que trae la mujer es enorme y eso promete una teología más integradora, más abierta.

¿Se notan avances con este pensamiento femenino?

Hay obstáculos, pero también se avanza. Por ejemplo, en el lenguaje. Siempre se dice "el hombre" para referirse a la humanidad. Las estadounidenses se rebelaron hace años contra eso. Hablan de humanidad, persona humana, ser humano... La primera vez que vi esas protestas me parecieron absurdas. ¡Pero son muy importantes! Cambia la visión antropológica. El ser humano es hombre y mujer, no es androcéntrico sino antropocéntrico, porque si no el ‘antropos’ no está completo, está a mitad: la mitad de la humanidad se queda fuera del lenguaje. Hacer un esfuerzo por integrar a toda la humanidad en el lenguaje es un cambio muy importante.

Pero en la Biblia, el lenguaje es eminentemente masculino.

Porque la sociedad bíblica era patriarcal. Los avances se muestran al detectar en la Biblia los textos discriminatorios y los núcleos semánticos donde se percibe la presencia de lo femenino. Por ejemplo, en el Génesis, la palabra hebrea para designar el espíritu es ‘ruah’, y es femenina. Dios crea con la Palabra y con la ‘ruah’. En el Nuevo Testamento, Jesús dice: "Yo me voy, pero el espíritu consolador vendrá". Y el espíritu aparece como una madre que seca las lágrimas, que consuela, que enseña a decir el nombre del Padre. Hay núcleos semánticos que permiten ver lo femenino incluso en el lenguaje sobre Dios, en el que predomina lo masculino: Señor, Rey de Israel... Jesús tenía mujeres en su grupo. En el Evangelio de Lucas dice que le seguían "los doce, y también algunas mujeres".

En el mundo eclesiástico hay muchas mujeres, pero en la base, y si subes en el escalafón, desaparecen. ¿Cómo solucionar eso?

Se está intentando, pero es difícil. El papa Francisco lo tiene muy claro, pero él no puede atacar todos los frentes, bastante tiene con los que ya ha atacado. Creó un grupo de diaconado femenino y habla mucho de la importancia de la mujer. Pero hace falta insertarla en altos cargos.

¿Cómo se transforman la Iglesia y el mundo en femenino?

La mujer tiene otras vías de transformación. Son pacíficas, las guerras son cosa de hombres. Tienen capacidad de resistencia, de reconstrucción, de lucha por la vida, y pueden traer todo eso desde lo privado al espacio público y ser así un factor transformador. Hay un grupo de mujeres de Chile que busca los restos de sus hijos en el desierto de Atacama, están las madres de la plaza de Mayo de Argentina, y las madres del tráfico de drogas de Brasil, que no descansan pidiendo los cadáveres de sus hijos, captados por los narcos. La mujer, desde la maternidad, es muy poderosa, puede ir hasta el fin del mundo para salvar a su hijo. La maternidad es un poder.

¿Qué puede hacer la Iglesia para atajar la violencia de género?

La Iglesia tiene responsabilidad porque la esfera de poder es masculina, y se perpetúa, se legitima el estado de las cosas, que la mujer esté por debajo del hombre. Y tiene la obligación de posicionarse contra la violencia de género.