Puigdemont, Ítaca y el mambo

En una preclara manifestación de ineptitud, Artur Mas y Carles Puigdemont han ido de fracaso en fracaso hasta la derrota final. El ‘procés’ se convierte en astracanada incumpliendo el aviso de Tarradellas: en política se puede hacer todo menos el ridículo.

El epílogo, por ahora, del desafío lanzado por los soberanistas en Cataluña recoge las imágenes de un Carles Puigdemont huyendo en coche a Marsella, acompañado por cinco exconsejeros, poco antes de que el fiscal general del Estado anunciara una querella contra el expresidente de la Generalitat y todos los exmiembros del ‘Govern’ por los delitos de rebelión, sedición y malversación.

Es un momento culmen de ese teatro del absurdo en que en ocasiones se convierte la vida política nacional. Pero lo más surrealista es que era un final cantado. ¡Si hasta la CUP había hecho un vídeo con este argumento para la campaña del pseudo-referéndum del 1 de octubre! En la grabación, que se puede ver en internet, aparece un grupo de dirigentes de la citada formación empujando por un camino de tierra una furgoneta que ellos mismos identifican con el ‘procés’. Después de comprobar que el motor (el pueblo) ni funciona ni es capaz de ultimar el citado ‘procés’, los cuperos avanzan hasta arrojarla por un precipicio. Cuando el vehículo yace totalmente destruido al fondo del precipicio, uno pregunta si ese es el paraíso prometido: "¿Y esto es Ítaca?". Otra responde: "No, esto es un barranco". "¿Y ahora qué?", pregunta el primero. La respuesta la da Anna Gabriel muy sonriente: "Ahora empieza el mambo". Y todos cantan y bailan: "¡Aaaahhh! Mambo, qué rico mambo... Mambo qué rico e"… El ‘procés’ era, pues, un instrumento, no la finalidad. La CUP lo ha dicho siempre claro y alto, también en su vídeo: su objetivo no es la independencia sino la revolución.

Los antisistema han sido muy coherentes con su programa anarquista. Los que demostraron estar en la inopia fueron Artur Mas y los demás dirigentes de la antigua CiU cuando decidieron echarse en sus brazos. ¡El catalanismo de derechas, el de la burguesía, se aliaba con un grupo de izquierda anticapitalista, independentista y asambleario que desde el primer día proclamaba que "sin desobediencia no hay independencia"!

En 2010, CiU estaba bien situada tras la desastrosa gestión del gobierno tripartito. Por eso las urnas le otorgaron 62 diputados, a tan solo seis de la mayoría absoluta. Mandaba en Barcelona e influía en Madrid. Pero Artur Mas se quedó descolocado por las protestas de los indignados y se subió al carro del independentismo. Seis años de tensión secesionista, los casos de corrupción y la crisis político-social han diezmado las fuerzas de Convergencia hasta dejarla como una sombra de lo que llegó a ser. El resultado es que la política catalana ya no baila al ritmo de CiU, sino al de ERC y la CUP. ¡Es el mambo!

El vídeo de las CUP acaba con diversas frases de personas significativas del mundo de la cultura. Una pertenece al vocabulario literario de Franz Kafka: "El proceso es el castigo". Los castigados por el ‘procés’ son todos los ciudadanos catalanes que están sufriendo desgarros familiares, entre amigos, en los centros de trabajo, en la calle. La economía catalana es la que ha sufrido el ‘procés’ y también la dignidad de la Comunidad.

Puigdemont traicionó el viernes a su electorado con la proclamación de una república fantasma, aislada y depauperada. Y el domingo cogió el coche para escaparse del país que acababa de fundar, mientras su partido y sus aliados le ignoraban olímpicamente y empezaban a preparar a toda prisa las elecciones autonómicas del 21 de diciembre. Él desaparece del mapa y Oriol Junqueras, como si se tratara de un recién llegado, se prepara para ganar en las urnas en una nueva demostración de que Cataluña corre el peligro de convertirse en un manicomio. ¡Viva el mambo!