El tinglado

No existe independencia sin tinglado. Esa era la clave desde el principio del autodenominado proceso. Ha costado que algunos lo asimilaran, pero la evidencia se ha terminado por imponer ante las quimeras y las ensoñaciones. Aquí lo importante es que las élites de la inexistente república sigan cobrando del Estado opresor, que el tinglado clientelar cincelado con fruición en los últimos 30 años no lo rompa el inoportuno y fascista artículo 155. ¿Qué harán los convergentes, la CUP y ERC sin subvenciones? ¿Qué lograrán sus líderes si pierden el coche oficial, las prebendas y el sueldo vitalicio? ¿Quién hará caso a los Rufián y Tardà de turno si les quitan el salario del Congreso? Les ha faltado tiempo a los partidos independentistas para sumarse a las elecciones autonómicas del 21 de diciembre. Les importa un poco menos que eso suponga la aceptación explícita de la legalidad constitucional y estatutaria, el centro de su reclamación y la clave de su rebelión. Ya se intuía que estos políticos de mucha independencia y escasa reflexión no atendían demasiado a los principios, pero para eso no hubiera sido necesaria tanta ópera bufa.