Cataluña, un destino histórico para el Aragón emigrante

Junto a Zaragoza, la ciudad de Barcelona es una referencia clave en la explicación del éxodo rural aragonés.

Un grupo de personas coge un autobús en Zaragoza a mediados de los años setenta.
Cataluña, un destino histórico para el Aragón emigrante
Archivo Heraldo

Si la emigración es uno de los fenómenos más importantes para explicar el Aragón del siglo XX, Barcelona es, como principal destino exterior en términos cuantitativos, un exponente fundamental. El primero es Zaragoza, las otras capitales provinciales y en menor medida algunas de las comarcales que han atraído la mayor parte de la emigración rural de Aragón.

En consonancia con el éxodo aragonés, la inmigración ha sido una constante en Cataluña, iniciándose las oleadas principales a la par que el desarrollo industrial, desde finales de la década de 1880 a los años treinta del siglo pasado. El volumen de la emigración aragonesa ha dejado una huella en la sociedad catalana, y sobre todo en su capital, que es fácilmente reconocible. Suele decirse que es raro no encontrar referencias de un abuelo o un familiar o un amigo con orígenes aragoneses.

En el año 2000 un estudio demográfico a cargo de varios autores (Marí, Domingo, Porta y Roque) estimaba que aproximadamente dos tercios de la población de Cataluña eran o ellos mismos, o sus padres o sus abuelos de origen inmigrante.

Estos autores definían la sociedad catalana como intercultural más que multicultural puesto que, según ellos, se da una convivencia en la diversidad en la que el individuo se puede autodefinir partiendo de diferentes referentes de pertenencia.

Hoy en día, cerca de la mitad de los nacidos en Aragón que viven en otras comunidades autónomas lo hacen en Cataluña. Con mucha diferencia, es Barcelona la provincia donde viven más aragoneses. El año pasado fueron 3.988 los que emigraron a Cataluña, aunque el saldo es solo ligeramente favorable a la comunidad vecina, ya que 3.769 catalanes vinieron a vivir a Aragón.

Hasta hace unos años solo en las comarcas colindantes del Bajo Cinca y, en menor medida, en La Ribagorza, se registraba un intercambio más o menos equilibrado con la vecina Lérida.

De origen aragonés

La raíces de esa emigración aragonesa a Cataluña se hunden en las primeras décadas del siglo pasado. En el año 1920, el 6,65% de la población de la ciudad de Barcelona era de origen aragonés y en 1930 era el 8,05%.

Es decir, 81.368 personas, más de la mitad de los habitantes que entonces tenía Zaragoza y mucho más que Huesca (15.917 habitantes) que ya entonces, a corta distancia de Calatayud, era la segunda ciudad aragonesa. En aquel tiempo la emigración aragonesa era más numerosa que la andaluza y solo se encontraba por detrás de la colonia valenciana.

Con todo, el poder del flujo migratorio dista mucho de agotarse en las cifras. Los aragoneses crearon una red bien integrada en la sociedad catalana y bien considerada en general. La mayor intensidad de las corrientes migratorias de Aragón comienza en los años cincuenta, aunque es algo más tardía en la provincia de Teruel. El fenómeno se acentúa durante los años sesenta y setenta y aun después.

Esa raigambre en Cataluña, fruto de las primeras oleadas migratorias, hizo que el aragonés tuviera, por así decirlo, un estatus superior al que luego tendrían los grandes aluviones de emigración andaluza que, enmarcados en el desarrollismo franquista, solían asumir trabajos de menor cualificación y peor remunerados. En términos generales, el nivel medio de especialización del emigrante aragonés es superior al de la media de España.

Percepción del contraste

El estadístico José Ros Jimeno destacaba que las razones de la emigración van más allá de la miseria o de la incapacidad económica para satisfacer una necesidades básicas. Se fundamenta en la percepción de un contraste en el que los medios de comunicación ejercen como factor clave. Se traslada así la impresión de que en otros lugares se ofrecen mejores posibilidades y más atención por parte de la Administración pública.

Ese contraste resulta desde luego patente entre la pujanza del área industriosa de Barcelona y el medio rural aragonés. Y así se explica que a pesar del paulatino aumento del nivel de vida en los pueblos, la emigración haya continuado siendo un rasgo propio de gran parte de Aragón.

Paralelamente al progresivo proceso de integración, los grupos de inmigrantes aragoneses han conformado a lo largo del tiempo grupos y organizaciones en las que se ha tratado de preservar una parte de su identidad aragonesa.

Junto al Centro Aragonés de Barcelona, que fue fundado en 1909, y vinculada a él, fue emblemática la Asamblea de Emigrantes Aragoneses en Cataluña, muy activa en los años setenta y en el seno de la cual nació la revista ‘Secano’. Posteriormente ha habido muchas otras iniciativas y muestras culturales.

Es significativo que de la nómina actual de las 66 casas y asociaciones aragonesas que existen en el exterior (tanto en España como en el resto del mundo), 25 se encuentran repartidas en distintos puntos de Cataluña.

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