Barcelona, la ciudad donde mejor no hablar de la consulta

Los aragoneses que viven y trabajan en la Ciudad Condal prefieren no tratar de política, o hacerlo desde el humor y la ironía, para no poner en riesgo relaciones y amistades.

Basilia Pérez, arquitecta
Barcelona, la ciudad donde mejor no hablar de la consulta
Oliver Duch

Cataluña, y sobre todo la ciudad de Barcelona, ha sido siempre un imán para Aragón. Tradicionalmente, miles de aragoneses la han elegido para estudiar, vivir y trabajar. Algunos llevan tantos años en esa Comunidad, sintiéndose parte de sus habitantes, que ahora se confiesan "descolocados", "tristes", "perplejos", "incrédulos"... por lo que allí está pasando. Viven el ‘procés’ o el ‘tema catalán’, como algunos se refieren a la deriva independentista de Cataluña, con inquietud, angustia, hartazgo, incertidumbre y temor. Aunque también con esperanza, confianza y, por salud mental, con distancia y algo de ironía.

Teresa (prefiere obviar su apellido) es un buen ejemplo del desgarro con el que muchos aragoneses que llevan años viviendo en Cataluña afrontan este momento. Nacida en Zaragoza, lleva 45 años en la Ciudad Condal: fue a estudiar enfermería y toda su vida profesional la ha desarrollado en la sanidad catalana hasta su jubilación. "Estamos los dos (incluye a Manuel, su marido) con el corazón partido. Nos sentimos más catalanes que de nuestras respectivas comunidades de origen y no podemos creer lo que está pasando".

Teresa explica que hasta ahora, para ellos, la política siempre había sido un tema de conversación natural. Afirma que les resultaba "estimulante" hablar, discutir de política con amigos que defendían opciones diferentes a las suyas: "Siempre desde el respeto a la opinión del otro", aclara. "Esto, hasta ahora –remarca–. Porque desde hace más o menos un año, del tema catalán no se habla con terceros para no poner en peligro relaciones de toda la vida. Es un pacto tácito. Este asunto no se saca porque notas que el ambiente se enrarece y no sabes a dónde te puede llevar. Y yo me niego a que la política pueda acabar deteriorando relaciones de amistad de muchos años con seres muy queridos".

Teresa apunta que lo sucedido en el Parlamento catalán los pasados 6 y 7 de septiembre (cuando se aprobaron las leyes de ruptura) acabó por confirmarle la "gravedad" de lo que se venía cocinando en Cataluña desde hacía meses y confiesa que lo ocurrido esos días la pilló desprevenida. "Pensaba que había líneas que nunca se iban a cruzar, que se impondría la cordura, pero lo que sucedió me dejó perpleja. No puedo aceptar que no haya opciones; que no exista una solución política para resolver la problemática tan grave que hay hoy en Cataluña".

Esta zaragozana, que tiene muy claras sus ideas políticas, lamenta sobre todo el "perverso" dilema al que se ven abocados muchos ciudadanos como ella: "Me duele porque nos quieren obligar a elegir entre la realidad virtual que pintan los independentistas o Rajoy. Como si no hubiera otras opciones. Y yo no quiero asumir esto. Confío en que se pueda hallar una solución sentándose a hablar. Me gustaría –continúa– que no hubiera incendio. Porque si lo hay, el panorama que quedaría sería bastante negro. En estos casos, no hay ganadores y perdedores. Todos perderíamos". Sea como fuere, Teresa y su marido tienen claro que no van a abandonar Cataluña. "No tenemos ninguna intención de irnos de aquí. No nos vemos fuera de Barcelona. Ni nos lo planteamos", afirma rotunda.

¿Vivir en el extranjero?

No, gracias

Algo que sí barajan Leticia Sanz y su pareja. Esta joven zaragozana lleva viviendo con su novio en Barcelona desde 2012. Ella trabaja en un estudio de diseño y su pareja es funcionario de Hacienda. Leticia explica que ya tienen pensado que a corto o medio plazo buscarán otro lugar para vivir. "La situación política no es lo que más ha pesado en nuestra decisión –asegura–, pero digamos que ha sido la puntilla". Entre los aspectos que han tenido en cuenta, enumera la incomodidad de una ciudad que es "un parque temático", el hecho de que Barcelona sea una ciudad tan turística, con alquileres carísimos y, en los últimos tiempos, con una situación política que genera incertidumbre e inquietud.

"No queremos estar en una Cataluña independiente. No es que seamos patriotas, es una simple y pura cuestión práctica; no queremos vivir en el extranjero, en un país que no es el nuestro", señala. "Quizá ahora no ocurra nada –reflexiona– y se paralice el proceso, pero no tenemos garantía de que en diez, veinte años, la cosa no haya ido a más. No queremos condicionar decisiones personales, como comprar una casa o tener hijos (con el arraigo a un lugar que todo esto representa), a la evolución política. Y ahora estamos aplazando la toma de estas decisiones por la situación que vemos en Cataluña".

Y esto aunque no se sienten presionados, ni en sus trabajos ni en su día a día, reconoce. "En nuestro círculo de amistades hay de todo y cuando hablamos de este tema preferimos hacerlo en tono de broma. Intentamos quitarle dramatismo, por higiene mental", apunta. Aunque les pesa el hecho de sentirse, de alguna manera, al margen. "Hay una situación de la que no participas. Ves que hay mucho movimiento en las calles y no puedes hacer como que no pasa nada porque están pasando cosas".

Un invento de los políticos

Alguien que ya tomó la decisión de abandonar Barcelona fue Basilisa Pérez. Esta joven arquitecta zaragozana vivió ocho años en la Ciudad Condal (casi un tercio de su vida puesto que ahora tiene 28 años). Allí estudió Arquitectura y luego se quedó trabajando en un despacho de ingeniería hasta 2015. Ese año la tentó la propuesta que recibió de un despacho internacional de arquitectos de la capital aragonesa y no lo pensó: regresó a su ciudad y aquí continúa. Asegura que, en aquel momento, pesó más la oferta profesional que el ambiente político catalán. Aunque hace dos años las posturas estaban ya muy claras. "En la residencia de estudiantes siempre había alguien que hacía comentarios fuera de lugar –explica– o que te quería ‘vender’ su idea. Con los compañeros catalanes prefería evitar hablar de política para que no afectara a tus relaciones de amistad".

Basilisa asegura que, por lo que ella pudo ver en su entorno más cercano mientras vivió en la ciudad catalana, la opción independentista es "una necesidad creada por los políticos". "Yo he visto cómo compañeros con los que compartía piso o aficiones, para los que la política nunca había sido parte de sus preocupaciones o conversaciones habituales, empezaron a interesarse", afirma. "Por eso, mi opinión es que este proceso no ha emanado del deseo de los ciudadanos, sino de la clase política", dice.

Y después del 1-O, ¿qué?

Para Ángel Barón, presidente del Centro Aragonés de Barcelona, el problema no es este 1-O, sino lo que ocurra después. Barón hace hincapié en que tanto la institución que preside como él mismo (en cuanto que es su máximo representante) son "neutrales": ni opinan ni se inmiscuyen en los asuntos políticos. No obstante, a título personal asegura que lo que está ocurriendo le genera "inquietud. Como a cualquier otra persona que viva en Cataluña". "En el Centro Aragonés no se habla de política –afirma–, es un tema que duele". Aunque, obviamente, cada asociado tiene su ideología y su postura. "Yo quiero creer que no va a pasar nada, aunque tal y como están las cosas yo veo más problema en lo que pueda ocurrir después de esta jornada. ¿Se convocarán elecciones? ¿Se hará una declaración unilateral de independencia? No se sabe, nadie ha dicho qué ocurrirá la semana después".

Barón lleva casi 60 años viviendo en Barcelona, pero sigue considerándose aragonés hasta la médula. Afirma que en su círculo más próximo no hay tensión. Cree que son algunos medios de comunicación los que están tensando el ambiente con su permanente foco puesto en el ‘procés’.

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