Por
  • Gaspar Mairal Buil

Los orígenes del yihadismo

Captura de un mensaje grabado por miembros del Dáesh
Captura de un mensaje grabado por miembros del Dáesh

Los objetivos de la yihad o ‘guerra santa’ proclamada por Al Qaeda y el Daesh no se circunscriben a un lugar concreto, sino que se extienden a todo el territorio histórico del islam con el fin de rehacer en él el califato, que fue históricamente el  liderazgo religioso–político de la ‘Umma’ o comunidad de creyentes bajo el islam.

El yihadismo se dirige a todos los creyentes musulmanes que forman parte de muchas naciones y que hablan muchas lenguas distintas. Es evidente que la extensión del islam y la del mundo árabe difieren muchísimo. No obstante, hay que señalar que el yihadismo es esencialmente árabe y ha de ser entendido en un contexto árabe. Si nos fijamos bien, los líderes de Al Qaeda y el Daesh son árabes procedentes de Egipto como Al–Zawahiri o de Irak como Abu Bakr Al–Baghdadi. Sus acciones han sucedido en muchas partes del mundo, desde los Estados Unidos hasta Malasia o Australia; pero actualmente, tienen su epicentro en países árabes como Irak, Siria, Yemen o Egipto.

El cuerpo de creencias que sostiene a estos grupos es la interpretación rigorista y extrema del islam a la que se denomina habitualmente salafismo. El término árabe ‘salaf’ viene a significar antecesor y alude a los compañeros del profeta Mahoma y a las generaciones de los tres primeros califas que le sucedieron. Se entiende que, al haber tenido ocasión de escuchar al profeta su conocimiento de la revelación que Dios le hizo, es el más puro. De esta forma, el salafismo es básicamente un retorno a los orígenes en busca de la autenticidad y la pureza.

Podemos reconocer esta misma creencia en otras religiones, como es el caso del cristianismo en el que a lo largo del tiempo numerosos grupos, movimientos o incluso sectas han pretendido restaurar las prácticas y creencias de los primeros cristianos. Clamaban entonces por la recuperación de la pureza de una doctrina original  y cercana en el tiempo a la predicación de Jesucristo. El salafismo no es lo mismo que la yihad, pero sí que la combinación de ambas en un contexto histórico determinado ha dado lugar a lo que hoy llamamos yihadismo.

El profeta Mahoma fue en su tiempo un líder religioso pero también un líder político, incluso un caudillo que encabezó ejércitos en combate. De esta manera y especialmente en el islam rigorista, purista o salafista, lo político y lo religioso no pueden separarse. Esta unión entre la religión y el ejercicio del poder ha caracterizado a las tres religiones monoteístas en su historia, pero ciertamente que evolucionó y cambió mucho a lo largo del tiempo.

En Europa, la introducción de la tolerancia religiosa costó mucha sangre en los siglos XVI y XVII; y después el reconocimiento de la libertad de conciencia fue el resultado de una lucha persistente hasta llegar a la secularización actual de las sociedades democráticas. En el ámbito del islam hubo movimientos parecidos como fue el caso de Turquía con la revolución impulsada por Kemal Attaurk que en 1924 introdujo el estado laico en sustitución del califato otomano.

También los regímenes de orientación socialista que estuvieron vigentes a partir de la década de 1960 en Egipto, Argelia, Túnez, Libia, Siria e Irak promovieron el laicismo en mayor o menor medida. Su fracaso guarda mucha relación con la aparición del yihadismo.

El yihadismo es una creencia religiosa, pero también un movimiento político que usa en perfecta simbiosis el mito del islam original y puro, para instrumentalizarlo. Un ejemplo significativo es el Daesh, pues si tiene en Abu-Bakr Al–Baghdadi, autoproclamado califa, a su líder religioso, quienes en la sombra llevan la dirección militar y logística del movimiento son antiguos mandos militares de Sadam Hussein, un déspota que persiguió mientras pudo a todos los islamistas.

¿Cuál es al final el contexto histórico que nos puede ayudar a entender la naturaleza del yihadismo? En mi opinión deberíamos tomar en cuenta una conciencia colectiva instalada en el mundo árabe y, en primer lugar, entre sus élites, desde que finalizara la Primera Guerra Mundial con el reparto entre las potencias occidentales de los restos del imperio otomano en Oriente Medio. También como consecuencia de la acción del colonialismo francés en el norte de África. Esta conciencia colectiva se ha venido manifestando mediante un complejo colectivo de inferioridad frente a Occidente y de ahí que, entre ciertas élites, arraigara  la idea de que había que emular a la sociedad occidental, como Kemal Attaturk o en su versión socialista Nasser, el FLN, Burguiba o el Baas en Siria e Iraq. Del fracaso de estas últimas experiencias procede el yihadismo que ya no pretende emular a Occidente, sino culpabilizarlo de lo que estos yihadistas perciben como inferioridad o debilidad.

Como a veces sucede con otras crisis históricas experimentadas por una sociedad, se acude a la inspiración milenarista, es decir, a la creencia en el retorno a un origen mitificado. Por eso deberíamos prestar más atención a la comparación entre la yihad de nuestros días y el nazismo alemán. Para alimentar a esta conciencia ya estaba activa en Arabia Saudí la doctrina Wahabí desde el siglo XVIII o la inspiración de los Hermanos Musulmanes, un movimiento religioso surgido en Egipto en 1928.

A diferencia de muchos intelectuales y políticos árabes que han intentado entender las causas de lo que consideran el gran retraso del mundo árabe que tanto brilló en otra época en las artes, las ciencias o la literatura, frente al enorme impulso de Occidente, hoy estamos ante el victimismo de una parte del mundo árabe que culpabiliza a Occidente de dicho atraso y piensa que solo con la restauración del califato, el retorno al islam más puro y la derrota de Occidente, el mundo árabe brillará y dominará como antes.

El terrorista que se inmola está imbuido de esta ideología política, pero lo que le ha llevado a ejecutar su acción es una creencia religiosa que, como tal, ha arraigado con mayor profundidad en su conciencia. Esta es la naturaleza de esta simbiosis religioso–política que fundamenta hoy el yihadismo y, por esta misma razón, su arraigo se da también fuera del mundo árabe, ya que su significado es primordialmente islámico, aunque su causalidad haya de encontrarse en el mundo árabe.