Los hermanos de las víctimas del descuartizador de Majadahonda no notaron su esquizofrenia

En cambio, su padre la conocía ya en 2015: "Decía que la televisión mandaba mensajes subliminales y que los chinos nos iban a envenenar a todos".

El presunto descuartizador de Majadahonda (derecha), junto a su abogado (izquierda).
El presunto descuartizador de Majadahonda (derecha), junto a su abogado (izquierda).
Efe

Los hermanos de las víctimas del supuesto descuartizador de Majadahonda, la española Lidia H. y la argentina Adriana G., han declarado este martes en el juicio que creen que sus hermanas están muertas, a pesar de que no se han encontrado sus cuerpos, y sospechan del acusado, Bruno H. por su falta de explicaciones respecto a la desaparición de las dos mujeres.

La más contundente ha sido Filomena, una de las hermanas de Lidia, que ha entrado muy nerviosa a la vista oral acusando al procesado de haberla "matado, robado, falsificado su firma y quitado muchos años en vida". "Le acuso de todo eso. Es un listo, siempre se ha creído más listo que nadie. Se arrimó a mi hermana cuando vendieron una casa. Nos ha engañado bien a toda la familia. Los terroristas dejan los cuerpos y este no. Dos años y medio y no nos ha pedido perdón", le ha reprochado.

La testigo ha comentado que Bruno justificaba que su tía no cogiera el teléfono a sus hermanos porque "decía que se había enfadado con ellos" y que ya no vivía en Majadahonda porque "se había comprado una casa muy bonita en Ávila", pero nunca les dio la dirección. También ha señalado que creían esta versión porque el joven "siempre había sido muy educado y la ayudaba".

Filomena ha reconocido que no hizo gestión alguna para localizar a su hermana porque "creía que estaba viva". "Él nos decía que estaba bien. Ahora pienso que la engañó y la fue preparando. Ahora ya no pienso que esté viva", ha manifestado.

Por su parte, otro de los hermanos de Lidia, Ángel Perfecto, ha explicado que la vio por última vez en el pueblo de Salamanca donde son oriundos en el verano de 2009. Además, ha afirmado que se relacionaba con el resto de los hermanos, por lo que no le cuadraba que el procesado les contara que no les cogiera el teléfono porque se había enfadado. También ha aseverado que cuando le veían "no notaban su enfermedad".

"Nos dijo que se había comprado una casita en un pueblo de Ávila. Yo no estaba tranquilo con esa versión porque oí decir que estaba en una residencia de Ávila por parte de una persona que le había informado Bruno. Era mentira. Yo creo ahora que está muerta", ha añadido.

A continuación ha declarado Amador Hernández, otro de los hermanos de Lidia. Ha confirmado la declaración de Ángel Perfecto y ha asegurado que no denunció la desaparición de su hermana porque "dio por buena" la información de Bruno y porque ella "era un poco rara". Y cuando la llamaba por teléfono no contestaba. "No quiero ni pensar qué es lo que le ha pasado pero pienso que la ha matado. Si lo ha hecho, que la pague", ha apostillado.

La mujer de este testigo, María Dolores O., ha indicado que creyeron la versión de Bruno sobre el paradero de Lidia porque "era buen chico". "Yo lo veía bien, normal. Algunas cosas raras tenía, pero como todo el mundo. Unas rayas que salían por la tele, decía a veces. Pero yo lo veo inteligente", ha apuntado.

El padre de Bruno: "No he estado a la altura de su enfermedad"

En el juicio también ha declarado Juan Francisco, el padre de Bruno. Ha afirmado que fue en 2011 la última vez que vio a Lidia, "una mujer difícil de tratar porque cualquier cosa le parecía mal y estaba obsesionada con la limpieza". Como los hermanos, tampoco se preocupó por su paradero porque "trabajaba todo el día y todos los días", aunque reconoce que alguna vez le dijo a su hijo que la invitara a cenar en Navidad, sin éxito.

"Cuando (Bruno) me dijo que le había cedido la casa me pareció extraño. A mí ni me gustó lo que me estaba diciendo y no lo veía bien", ha admitido.

Entre sollozos, el hombre ha afirmado que "no ha estado a la altura de la enfermedad" de su hijo. Tampoco dio mucha importancia a la pistola que vio en su casa ni al hecho de que se marchara a la casa de su tía de Majadahonda cuando se enfadaba con él.

El testigo ha explicado, eso sí, que fue consciente de su esquizofrenia entre 2005 y 2006. "Decía que en televisión mandaban mensajes sublimes, cosas que no son cuerdas. Nos decían que nos iban a envenenar los chinos, reía y lloraba. Una vez compró seis ordenadores de golpe", ha apuntado.

El hermano de Adriana abrió la investigación

El testimonio más detallado y emotivo de la mañana ha sido la de Eduardo Gabriel G., el hermano de Adriana. Ha relatado que ella llegó a España en 2002 para trabajar y que su intención era volver en diciembre de 2015 porque sus padres estaban enfermos. Pero su comunicación se truncó a finales de marzo de ese año.

"Manteníamos contacto casi a diario por teléfono. La conversación la tuve el 30 de marzo, que me dijo que me llamaría para mi cumpleaños, que es el 1 de abril. Sin embargo, no lo hizo y eso me llamó mucho la atención porque era la primera vez en mi vida que no me felicitaba en mi cumpleaños", ha manifestado.

Como luego tampoco la localizó, se puso en contacto a través de Facebook con una amiga de ella y dijo que tampoco la había visto, pero que se acercaría a su casa y así lo hizo el viernes 3 de abril. "Me dijo que se había encontrado con el casero y que éste le había dicho que suponía que Adriana se había ido de viaje. No veo posible que se fuera de viaje sin comunicarse y sin nada. Me preocupé y es cuando me saqué el pasaporte y saqué un vuelo para llegar a España el día 6 por la mañana", ha relatado.

Tras aterrizar, Eduardo pilló un tren y se desplazó hasta la casa de Majadahonda donde vivía alquilada su hermana. "Allí al principio no contestó nadie. Pero tras un rato entró una persona al departamento y me presenté diciendo que buscaba a mi hermana. Esa persona (Bruno) le dijo que se había ido, que se había llevado todas las cosas y que había dejado una nota en un cajón. Intento subir las escaleras y veo una puerta entreabierta. No me gustó la situación, él estaba por detrás de mí", ha relatado.

"Me dijo entonces que no sabía si era quien decía que era y ese fue el argumento para bajar las escaleras y mostrarle el pasaporte. Seguimos hablando, me dio el teléfono y le comenté que venía a buscar a mi hermana o su cuerpo. No me enseñó la nota, aunque hizo la payasada de que la buscaba pero no la encontraba. No insistí en entrar en la habitación de mi hermana. Salimos los dos juntos y me indicó por donde estaba la Gran Vía de Majadahonda", ha narrado.

Tras lo vivido decidió presentar una denuncia por la desaparición de Adriana en el cuartel de la Guardia Civil porque "le llamaba mucho la atención que ella no le llamara, que no le dejara rastro". Poco después comenzó a recibir mensajes de Whatsapp del móvil de su hermana, unos textos en los que contaba a él y a otros familiares que no se preocuparan por su paradero porque "todo estaba bien, se había enamorado de tal Mohamed, que se iba a ir a Roma, que se casaba y que le daba un piso".

"Eran dos fragmentos cortos y pegados, pero no eran de mi hermana. Mi hermana no escribía así ni tenía ningún un novio que se llamaba Mohamed", ha detallado el testigo, que volvió al cartel de la Guardia Civil para ampliar la denuncia con lo acontecido. Allí escuchó a un vecino de la casa de Adriana señalar que días antes había visto a un hombre "con una actitud sospechosa bajando bolsas a la basura".

Tras el registro de la casa del padre de Bruno de Móstoles, Eduardo comprobó que entre los objetos aparecidos estaban las dos cadenas, el anillo y la medalla de su hermana.

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