El líder defenestrado en octubre que recupera el trono con el apoyo de la militancia

Tomará las riendas de un partido fracturado que tiene como reto definirse de nuevo.

Pedro Sánchez een el momento de su dimisión en octubre y en un acto de campaña de las primarias.
El líder defenestrado en octubre que recupera el trono con el apoyo de la militancia
Agencias

Pedro Sánchez, el líder defenestrado por el Comité Federal del PSOE hace apenas ocho meses, regresará a la Secretaría General del partido gracias al apoyo mayoritario de las bases, que han elegido a un "militante de base en paro", como le gustaba presentarse en campaña a Sánchez, para tomar las riendas de un partido fracturado que tiene como reto definirse de nuevo para evitar caer en la irrelevancia.

Si Sánchez consiguió ser elegido líder socialista en julio de 2014 a pesar de ser un perfecto desconocido para la ciudadanía y la propia militancia gracias al apoyo de la presidenta andaluza, Susana Díaz, en esta ocasión ha sido su enfrentamiento con ella y con la mayoría de los barones de la formación lo que parece haber jugado a su favor.

Este madrileño de 45 años, casado y con dos hijas que estudian en la escuela pública, es doctor en Economía y Empresas y dio clases en la Universidad Camilo José Cela. Tiene cierta experiencia internacional por haber trabajado como asesor en el Parlamento Europeo y en el gabinete del Alto Representante de Naciones Unidas en Bosnia, y también conoce el sector privado, puesto que ha desempeñado labores de consultoría internacional.

En enero de 2013 entró a formar parte del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso, en sustitución de Cristina Narbona, y pocos meses después su nombre comenzó a circular como posible candidato a suceder a Alfredo Pérez Rubalcaba como secretario general del PSOE. Sin embargo, en aquel entonces el joven e inexperto Sánchez parecía tener pocas opciones frente a figuras más consolidadas como Patxi López, Carme Chacón y Eduardo Madina.

El inesperado resultado de las elecciones europeas del 25 de marzo de 2014, en las que irrumpió con fuerza Podemos, imprimió un giro radical a la situación del PSOE, precipitando la renuncia de Rubalcaba y abriendo antes de lo previsto la sucesión. Chacón y López se descartaron entonces como candidatos, como haría también Susana Díaz, que aspiraba a ser elegida sin necesidad de enfrentarse a otro rival en unas primarias.

La decisión de Eduardo Madina de no apartarse de la carrera motivó que Díaz diera un paso atrás, esperando una situación más favorable a sus intereses cuando hubiera que elegir al candidato a la Presidencia del Gobierno.

Con lo que no contaba Díaz era con que Sánchez, inmediatamente después de ser elegido secretario general, se postularía como candidato a La Moncloa. Ahí comenzó el distanciamiento de Sánchez con los barones del partido, en especial con la presidenta andaluza.

Sánchez arrasó a Madina en el primer asalto de la batalla por la Secretaría General, recogiendo 41.338 avales frente a 25.338 del candidato vasco. La diferencia fue especialmente significativa en Andalucía, donde el madrileño obtuvo cinco veces más apoyos que Madina. En esta ocasión, Sánchez recabó más avales, 57.369 firmas, a tan solo 6.500 de Díaz.

El triunfo de Sánchez en las primarias se produce pese a que con él de candidato, los socialistas han cosechado sus peores resultados históricos en las dos últimas elecciones generales, recabando menos del 23 por ciento de los votos. Sin embargo, se evitaron los peores augurios que pronosticaban un sorpasso de Podemos a los socialistas.

En cualquier caso, el partido se fracturó dividido sobre la relación que los socialistas debían mantener con Podemos y el dilema de permitir gobernar a Mariano Rajoy o precipitar una tercera convocatoria electoral.

El enfrentamiento de Sánchez con la mayoría de los barones del partido alcanzó su cénit en el Comité Federal fratricida del 1 de octubre, que terminó con la dimisión del secretario general, que no logró forzar la convocatoria de un Congreso Extraordinario y perdió el pulso que había echado a los críticos con su liderazgo.

Con Sánchez dimitido y una gestora dirigiendo provisionalmente el partido, se ordenó al Grupo Parlamentario Socialista abstenerse en bloque para facilitar la investidura de Mariano Rajoy. Para no verse obligado a romper la disciplina de voto, Sánchez renunció a su acta de diputado y, como "militante de base en paro" se volvió a recorrer toda España preparando su carrera a las primarias que han vuelto a encumbrarle a la cima del partido.

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