De la calle al Congreso

Había una vez un granjero que estaba preocupado al ver que sus gallinas no ponían huevos. De modo que decidió consultar a un físico en busca de ayuda. Juntos idearon el remedio perfecto; solo tenía un pequeño inconveniente, una auténtica nimiedad: para que funcionara las gallinas debían ser esféricas y, de paso, existir con esa forma.


Si por esta vez la realidad hubiera aceptado mantenerse al margen e ignorar tal insignificancia, esta historia habría acabado con un final feliz para todas las partes involucradas, aves incluidas, y no dentro de una cazuela. La moraleja que entraña este relato se halla condensada en la primera máxima del pensamiento deductivo holmesiano (sí, de Sherlock Holmes): son las teorías las que han de adaptarse a los hechos y no los hechos a las teorías. En cualquier campo, el éxito de una decisión está ligado a su adecuación respecto a los circunstancias concurrentes. Por esa razón, quienes conocen y comprenden la realidad gozan de una clava ventaja frente a los que no.


En buena medida, Podemos y Ciudadanos consiguieron entrar con fuerza dentro del panorama político nacional al ser capaces de entender mejor que los partidos tradicionales el nuevo contexto social derivado de la crisis en sus múltiples vertientes.


Por eso mismo, resulta irónico que ahora sean ellos los más desorientados tras la resaca de su propia irrupción. Las tornas han cambiado al llegar a las Cortes Generales. El PP y el PSOE están demostrando un gran dominio de la escena parlamentaria frente a la relativa atonía de las nuevas fuerzas. No se trata de una mera cuestión de mayorías. Después de años ocupando alternativamente las funciones del gobierno y la oposición, las dos formaciones clásicas controlan al dedillo todos los resortes y vericuetos de la acción institucional, tanto en lo relativo a aspectos técnicos como a los usos y modos propios de la diplomacia política.


Asimismo, aun desde la rivalidad, el haber compartido hasta once legislaturas junto a varias partidos implica la existencia de cauces de interlocución ya asentados e incluso de afinidades personales desarrolladas.


En contraposición, Ciudadanos y, especialmente, Podemos carecen de semejante bagaje, por lo que, de facto, cargan con limitaciones adicionales que constriñen su marco de actuación real. Para cambiar el mundo, hay que conocerlo primero. La voluntad no resulta suficiente por sí sola, aunque sea la chispa que enciende las transformaciones. Encontramos una muestra de las dificultades que están atravesando en el caso de la llamada Ley 25, concebida inicialmente como una de las iniciativas estrella de Podemos. Fue la primera proposición de ley que presentaron en el Congreso y abordaba de forma asistemática distintas cuestiones sobre pobreza energética, salud y vivienda. A pesar de superar el debate de toma en consideración, la propuesta recibió duras críticas de los demás grupos, debido a las notables deficiencias jurídicas de las que adolecía el texto. Desde entonces, Podemos parece estar más cohibido a la hora de plantear iniciativas legislativas, lo que ha repercutido en el número y ambición de las mismas. De hecho, no retomaron la Ley 25 con la nueva legislatura, quedando así abandonada.


Tampoco Ciudadanos ha profundizado mucho más en el terreno legislativo, teniendo en cuenta la vocación reformista de la que hace gala. Sin llegar a transgredir frontalmente el pacto de investidura, el PP está soslayando la aplicación de algunos compromisos significativos del mismo, mientras busca en el PSOE a su socio preferente. El PSOE ha acudido a esta llamada en varias ocasiones, como reflejan los primeros acuerdos alcanzados esta legislatura, que anuncian a su vez otros nuevos en el futuro. El elemento que ha terminado de aproximar posturas radica en su común interés por diluir el protagonismo de los partidos emergentes, con los que compiten electoralmente de forma más directa. Ante esta situación, sería un grave error por parte de Ciudadanos y de Podemos descuidar la acción parlamentaria. Aunque ahora les dé la impresión de estar jugando a la gallinita ciega, si ahondan y aprenden del Parlamento, descubrirán pronto que también puede ser para ellos su casa.