Mariano Rajoy, la victoria impertérrita

Mariano Rajoy ha esperado pacientemente a que se produjera lo que pocos preveían hace unos meses: el viraje del PSOE del "no" a la abstención.

Rajoy, arropado por los suyos tras la investidura
Mariano Rajoy, la victoria impertérrita
Efe

Mariano Rajoy lleva casi un año sin cambiar de discurso, impertérrito frente a los vaivenes de otros y reclamando el derecho a gobernar como ganador, por dos veces, de unas elecciones. Finalmente lo ha conseguido.


"Voy a intentar formar gobierno", dijo Rajoy la noche del 20 de diciembre, en la que perdía su holgada mayoría absoluta y veía cómo sus rivales empezaban a hablar de sacarlo de La Moncloa. Pero ya entonces, admiten los suyos, previó el fracaso de una coalición por la izquierda y auguró una nueva cita con las urnas.


"Reclamamos el derecho a gobernar" propugnaba seis meses después, la noche del 26 de junio, un Rajoy mucho más satisfecho que había logrado su objetivo: unos mejores resultados que le dieran más legitimidad para pedir el apoyo a la investidura.


"Estoy dispuesto a negociar cuanto sea necesario todas las decisiones" dijo hace dos días ante todo el Congreso Rajoy, en su discurso de esta investidura, y cerrando, con esta promesa de diálogo, un ciclo de casi un año en el que se ha dedicado, sobre todo, a esperar. Y en el caso de Mariano Rajoy no se cumple el dicho: Cuando él espera, nunca desespera.


Decidió esperar -a otro momento- cuando declinó solemnemente ante el Rey ser candidato; esperó también mientras contemplaba impasible la fallida investidura de Pedro Sánchez. Y esperó a que pasara el plazo y se convocaran nuevas elecciones mientras recorría España en una imparable precampaña.


Pero también esperó mientras se sucedían algunas de las tormentas más estruendosas que ha vivido el PP, como la marcha de la histórica Rita Barberá o el inicio del juicio de la trama Gürtel.


Y por supuesto Mariano Rajoy ha esperado pacientemente a que se produjera lo que pocos preveían hace unos meses: el viraje del PSOE del "no" a la abstención. El resultado de un terremoto que se ha saldado con la caída de Pedro Sánchez como la Secretaría General -y su salida del Congreso esta misma mañana- y que ha dejado a los socialistas más débiles que nunca.


Rajoy a veces se resiste a que impere esa imagen de impasible que le ha acompañado en su carrera política, y, durante el debate de investidura, se afanaba en recordar que si habían salido tantas cosas adelante en su primer mandato no era, precisamente, porque él y su gobierno se hubiesen quedado quietos.


Ha tenido asimismo un papel activo en las negociaciones de su partido con Ciudadanos que han llevado a lograr el sí de la formación naranja. Él y Albert Rivera cerraron los últimos flecos de un pacto que le ha permitido, junto con el firmado con Coalición Canaria, acudir a la investidura con 170 escaños.


Y desde luego, Rajoy no se quedó parado mientras aguardaba a que el destino se pusiese de su parte: ha pasado año y medio de interminable campaña electoral.


Un tiempo que le ha servido para tratar de cambiar esa imagen de gobernante alejado de la calle, presidente del "plasma" o cabeza de un partido con mayoría absoluta en el Congreso, a la de un líder cercano, con sentido del humor, amante de los aperitivos y del dominó que se ha recorrido pueblos de todo el país en busca de votos.


Desde esta noche, Mariano Rajoy vuelve a ser presidente del Gobierno sin la coletilla de "en funciones" que le lleva acompañando más de 300 días.


Será una Presidencia muy diferente a la anterior, en la que Rajoy tendrá que demostrar si él y los miembros de su nuevo Ejecutivo tienen las dotes para la negociación que no necesitaron en más de cuatro años de mayoría absoluta.


Así que, en lo que a diálogo se refiere, Mariano Rajoy no podrá permanecer impertérrito.

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