El 'piso de los horrores' y su obsesión por el gimnasio delataron al pederasta

La policía abrió nueve líneas de investigación y fue cerrando el cerco sobre el agresor gracias a los testimonios de las niñas.

Antonio Ortiz durante el juicio.
Antonio Ortiz, durante el juicio.
Efe

El croquis de la vivienda que realizó una niña, los abundantes detalles sobre su aspecto que dio otra, los antecedentes policiales y penales, los vehículos empleados en los secuestros y su obsesión por el gimnasio fueron las pistas determinantes para dar caza al presunto pederasta de Ciudad Lineal.


Todo ello condujo a una persona que disponía de un modus operandi bastante similar: actuaba contra menores a las que engañaba diciéndoles que iban a gastar una broma a un familiar o a probarse ropa, las subía a un vehículo, las llevaba a su piso o a un descampado, las agredía sexualmente y posteriormente las abandonaba.


"Era su firma de autor", ha explicado el inspector jefe que dirigió la Operación Candy -que terminó con la detención del presunto pederasta de Ciudad Lineal- y que este jueves ha comparecido como testigo en la vista oral que se celebra en la Audiencia Provincial de Madrid contra Antonio Ortiz, para quien la Fiscalía pide 77 años de prisión.


Ante el tribunal, el inspector jefe del Servicio de Atención a la Familia (SAF) de la Policía Nacional ha relatado lo cerca que en todo momento estuvieron del acusado -llegaron a estar frente al portal del "piso de los horrores" el mismo día de la tercera agresión sexual-, pero siempre eran indicios, no pruebas.


Fue la agresión a la segunda niña (TP3), el 10 de abril de 2014, la que encendió todas las alarmas en la Policía sobre un posible pederasta en serie. "Hasta aquel día no habíamos tenido en Madrid nada semejante en cuanto a sustracción de menores con vehículos", ha destacado el agente, que cruzó los casos de las dos primeras víctimas (TP2 y TP3) con otro sin resolver de julio de 2013.


Tanto es así que se llevó a cabo un despliegue sin precedentes de hasta 30 policías de paisano en parques y zonas de riesgo en los distritos de Hortaleza y Ciudad Lineal, especialmente tras la tercera agresión, el 17 de junio de 2014.


En aquel momento, los agentes -que manejaban nueve líneas de investigación- disponían ya de un croquis dibujado por la segunda víctima de la vivienda de la calle Santa Virgilia y de detalles del

aspecto físico del agresor que dio una niña de 11 años a la que supuestamente abordó en un intento fallido media hora antes de la segunda agresión. Esta menor habló de un hombre fuerte con un lunar.


La pequeña del 10 de abril, que fue la primera a la que suministró Lorazepam (Orfidal) ofreció muchos detalles de la vivienda del acusado, de la que dibujó un plano: tenía puertas blancas, un aparcamiento semicircular, fachada de ladrillo y recordó el número 8 que había en el ascensor, en alusión a las plantas que tenía el inmueble.


El detalle de las puertas blancas volvió a salir a escena en la tercera agresión, el 17 de junio. Fue la menor que sufrió los peores abusos. "No quería hablar con nadie que no fuese una mujer y no pudimos obtener mas información", ha dicho el testigo.


En ese junio, de los 50 sospechosos que se manejaban, los investigadores redujeron la lista a tres, entre los cuales no estaba Ortiz. Dos meses después, el 22 de agosto, cometió la cuarta agresión, que fue determinante para identificar al acusado por dos hechos fundamentales.


Primero por la descripción que dio del procesado: "musculado, que sudaba mucho y que le caía el sudor. Hablaba de venas muy marcadas", ha dicho el inspector, y ello condujo a sospechar de una persona vinculada al culturismo, una afición del detenido. Precisamente, Ortiz agredió a la menor al salir del gimnasio, en el que "llegaba a estar hasta seis horas".


Y segundo por la frase que empleó para engañarla, ya que los agentes despejaron más tarde las dudas sobre Ortiz cuando descubrieron que fue condenado a nueve años por una agresión sexual en 1998 a una niña a la que abordó comentándola que iban a gastar una broma a su madre, mientras que a la cuarta víctima le dijo: "Vamos a gastar una broma a tu tío y a tu abuelo".


Con los datos aportados por la última niña, la Policía montó nuevos dispositivos en gimnasios, aunque mantenían la misma lista de tres sospechosos, sin Ortiz entre ellos.


Los agentes identificaron por vez primera al acusado al salir del gimnasio el 28 de agosto. Su aspecto físico guardaba relación con el relatado por la última víctima, lo que, según el inspector jefe, provocó que se diera cuenta de que era investigado y se viera forzado a marcharse a Santander.


Además, el posicionamiento del teléfono del acusado le situaba en los lugares de las agresiones o cercano a ellos, dado que Ortiz lo mantenía encendido en sus recorridos pero lo apagaba cuando cometía la agresión. También sus antecedentes policiales y judiciales le delataron y vieron que encajaba la descripción de la vivienda dada por las niñas.


Finalmente, la Policía comprobó en septiembre que su teléfono le situaba en Santander, por lo que pidió autorización al juez para pinchar el aparato y controlarle 24 horas para evitar que volviera a actuar. El 24 de septiembre fue detenido.

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