Porto: "¡Yo no maté a mi hija!"

Se declara inocente del asesinato de Asunta y se presenta como una madre desolada en su larga declaración.

"¡Yo no maté a mi hija, no maté a mi hija, no lo hice!". Habían pasado más de ocho horas de declaración cuando Rosario Porto estalló, entre sollozos, a la pregunta directa de su abogado sobre si era la autora del crimen de su hija, Asunta Yong Fang. Un interrogatorio en el que esta exabogada de 46 años, perteneciente una familia pudiente de Santiago de Compostela, trató de desmontar el móvil del crimen para las acusaciones, que Porto y su exmarido Alfonso Basterra se confabularon para sedar y asfixiar a la niña de entonces 13 años porque "les estorbaba".


Porto no se salió del papel previsto. Vestida, de nuevo, de riguroso negro, acompañada de sus pañuelos de papel, escenificó ante el jurado popular la figura de una madre desconsolada e injustamente acusada de la muerte "de la niña", como se refirió de forma asidua a Asunta. Trató de rebatir al fiscal los indicios que pesan sobre ella. La presencia de elementos materiales en las escenas del crimen que le señalan. De testimonios y pruebas periciales irrefutables para las acusaciones. En suma, de la carga probatoria que en los próximos días se irá desplegando en el juicio que se celebra en los juzgados de Santiago.


Las ocho horas y media de interrogatorio, con un breve descanso de 20 minutos y otro de hora y media para comer, fueron de menos a más. La que fuera cónsul honorífica en Francia durante una década centró su testimonio en otro elemento importante, su estado de salud, la depresión que le acompaña desde antes de su separación en 2009 hasta hoy. Un cuadro que se agravó a partir del 21 de septiembre de 2013, día del asesinato de "la niña", y su posterior ingreso en prisión preventiva, donde lleva dos años. "Desde ese día tengo lagunas", dijo al abogado de la acusación popular de la asociación Clara Campoamor.


La salud de Rosario es importante para explicar si su enfermedad tuvo que ver en que Asunta "era molesta" para alguien dependiente y solitaria. Las acusaciones piensan que pudo ser uno de los factores que desencadenaron el crimen -Porto reconoció en el juicio que tomaba Orfidal, el medicamento que apareció en el cuerpo de Asunta, pero que ni ella ni su exmarido se lo dieron-. Sin embargo, su abogado rebatió esta cuestión.


"Lo hicimos lo mejor que pudimos"


"¿Suministró a Asunta alguna cosa el día de su fallecimiento o las semanas previas?, preguntó José Luis Gutiérrez Aranguren a su cliente. "No, nunca. Tampoco tuve la percepción de que estaba siendo drogado. Si lo hubiera sabido hubiera hecho algo", contestó Porto con esa línea de voz frágil y compungida que presidió su declaración. "Se lo voy a preguntar claro: ¿Le estorbaba su hija?", reiteró el defensor. "No, por dios. Eramos felices, teníamos planes de futuro como ir de intercambio a Inglaterra. Me decía que era como la madre de la Pantoja. Como padres lo hicimos lo mejor que pudimos", relató.


El fiscal Jorge Fernández de Aránguiz buscó en una larga pero deslavazada intervención que se explayara con dos aspectos clave: el episodio del supuesto robo en su casa y la agresión a Asunta de julio de 2013, que Rosario no denunció de inmediato, y la secuencia de los hechos el día del asesinato.


Sobre lo primero explicó que aquella madrugada "oyó una voz" y se despertó. "Había alguien a quien no reconocí. Llevaba guantes y estaba cogiendo a Asunta por la cintura, apretándole el cuello. Me tiré encima y él me lanzó contra la puerta. Después se fue". "¿Llamó a alguien?", preguntó el fiscal para tratar de desmontar su coartada. "Creía llamar a Alfonso -en ese momento Porto cambió el tono y se encogió en la silla-. No denuncié porque para mi era más importante la estabilidad de mi hija que traumatizarla con denuncias", afirmó. Este "ataque", como vendió la defensa, trata de dar verosimilitud a que Asunta fue asesinada por una tercera persona que "sigue en la calle".


Con respecto al relato del día del asesinato, Porto profundizó en busca de su inocencia a ojos de las cuatro mujeres y cinco hombres del jurado. Contó las horas de la comida y el viaje con Asunta a la casa de campo de Montouto, a las afueras de Santiago, donde supuestamente murió asfixiada, y el regreso al domicilio habitual "porque la niña quería hacer los deberes".


"La dejé cerca de casa. Eran sobre las seis de la tarde. Me dijo que estaba mareada y que volviese a casa pronto. Yo pensé que estaba bien y que era 'cuentitis'. Fue la última vez que la vi con vida", aseguró. Su cuerpo aparecería diez horas después en una pista forestal cercana.

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