El Rey de España ha abdicado ¡Viva el Rey!

Juan Carlos I pone el punto final a su reinado en una ceremonia en el Palacio Real y da paso al reinado de Felipe VI

El rey Juan Carlos besa al Príncipe de Asturias.
El Rey de España ha abdicado ¡Viva el Rey!

No había precedente del que tomar nota para dar solemnidad al último acto de Juan Carlos I como jefe del Estado. A pesar de que sólo cuatro de los diez Borbones que han reinado en España murieron sin ceder la Corona, el único que lo hizo de manera voluntaria, sin exilios de por medio, fue Felipe V en 1724. Y no valía de ejemplo, por lo lejano y porque antes de un año el fallecimiento de su hijo Luis I le obligó a retomar sus antiguas funciones. Así que todo fue inédito en la ceremonia en la que ante unos 160 ilustres invitados el Monarca sancionó su última ley, la que en apenas 45 palabras certifica su abdicación y la sucesión automática del hasta ahora Príncipe de Asturias. No hubo palabras por su parte, pero sí gestos locuaces: como padre, don Juan Carlos se entregó a un emotivo abrazo con su vástago; como Rey, le empujó suavemente al puesto preferente que él ha ocupado hasta ahora.


Con su rúbrica, efectiva a partir de las 00.00 horas del 19 de junio con la publicación del texto en el Boletín Oficial del Estado, don Juan Carlos puso fin a casi 39 años de un reinado que empezó con dificultades, pero que ha terminado por ser uno de los más largos y prolíficos de la historia de España. El hombre de 37 años que accedió al trono el 22 de noviembre de 1975, como había dejado «atado» el general Francisco Franco antes de morir, ha renunciado ahora a él de manera consciente para dar paso a una nueva generación «decidida a emprender con determinación las transformaciones y reformas que la coyuntura actual está demandando». Eso fue lo que él explicó en su discurso del 2 de junio, releído hoy en voz alta para la ocasión por el subsecretario de la Presidencia, Jaime Pérez Renovales.


No es la primera vez que el ahora rey honorífico se desprende de sus poderes para permitir que España abra una nueva etapa y avance hacia su modernización. En esta ocasión lo entrega todo, depone su magistratura y dignidad, pero ya en los primeros meses de su reinado se desvistió del poder heredado del dictador, en un país que aún no había sido capaz de cerrar las heridas de la Guerra Civil, para dar paso a una democracia homologable a las del resto de Europa. Y con la Constitución de 1978, cuya vigencia preservó con aquella intervención en el golpe de Estado del 23-F con la que, como diría el expresidente Leopoldo Calvo Sotelo logró la «legitimidad de ejercicio» que quizá aún no había conquistado, limitó sus funciones a las de árbitro y moderador del normal funcionamiento de las instituciones.«Socarrón, como siempre»

En su despedida, madurada, según el relato oficial, desde el pasado enero y precipitada tras las elecciones europeas del 25 de mayo en las que los dos partidos de gobierno que han sostenido la Monarquía vieron peligrar por primera vez su supremacía, don Juan Carlos a duras penas pudo contener las lágrimas. También le costó enormemente hacerlo, según confiesan en su entorno, el día que anunció a los españoles su decisión de abdicar en un mensaje televisado que tuvo que cortar y repetir en varias ocasiones. Quizá por eso, en esta ocasión prefirió no mediar palabra y aferrarse a lo simbólico. Aunque quienes departieron con él, en el cóctel que se ofreció acabado el acto en los salones del Palacio Real aseguran haberle visto «contento», «socarrón, como siempre», hablando de fútbol, pocas horas antes del partido España-Chile, e incluso sacando el móvil para enseñar bromas sobre el fiasco de la selección en el primer partido del mundial contra Holanda. Como la de un Rafa Nadal diciendo «a ver si tengo que ir a arreglar esto».


Don Juan Carlos, que pese a su mejoría física tras la quinta operación de cadera aún camina con cierta dificultad y acompañado de un bastón, parece tener claro, a sus 76 años, que él ya no es el jefe de Estado que precisa España, que otra gente ha de desempeñar ahora el «papel protagnista». Y tanto quiere llevar esa premisa hasta su último extremo que no asistirá mañana a la proclamación de Felipe VI ante las Cortes, según argumentan en la Zarzuela, para dejarle que brille solo. El de mañana no será su día pero sí lo fue el de hoy. Y así lo debió sentir él mismo.


«¿Ves a toda esta gente? -dijo cogiendo del hombro a la Princesa Leonor cuando correteaba entre los invitados a la jornada histórica- Me han ayudado mucho y a ti también te van a ayudar». Esa es una de las anécdotas que cuentan quienes tuvieron la oportunidad de brindar con él en su adiós y que dan cuenta de su buen talante, extensible a la Reina Sofía. Varios aseguran que nunca la vieron tan «habladora». «Es -comentaron- como si se sintiera liberada».


El aún Rey fue recibido con un sonoro aplauso al entrar en el Salón de Columnas del Palacio de Oriente, el mismo utilizado para la rúbrica del Tratado de Adhesión a las Comunidades Europeas en 1985, al que también se quiso dar una gran trascendencia.


Bajo la boveda de Sabatini, a los pies de la escultura de Carlos V dominando al Furor, de León Leoni, esperaban ya su llegada Mariano Rajoy, para ratificar el acto; todos los poderes del Estado; el Ejecutivo en pleno; los expresidentes Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero; la mayoría de los presidentes de comunidades autónomas, con la excepción del catalán Artur Mas, que envió a la vicepresidenta Joana Ortega, y del vasco Iñigo Urkullu, que no envió a nadie; el líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba; los portavoces parlamentarios, salvo losde IU, Amaiur, ERC o BNG; el nuncio Renzo Frattini, como decano del cuerpo diplomático; los padres de la Constitución, José Pedro Pérez Llorca, Miguel Roca y Miguel Herrero de Miñón; representantes de los empresarios, y de los sindicatos. Cándido Méndez, con un pin de Pablo Iglesias en la solapa, se permitió una broma: «No era antimonárquico -dijo del fundador del PSOE- estaba contra Alfonso XIII porque se metía en política».


También hubo familia. La gran ausente, de nuevo, la infanta Cristina, apartada desde otoño de 2011 como consecuencia del 'caso Noós', en el que está imputada.