La niña retenida siete meses en la selva de Bolivia "sufrió un auténtico infierno"

La Policía investiga por qué sus padres autorizaron a su vecino a llevarse a la niña de vacaciones.

El inspector Jordi Domÿnech y el capitán Álvaro Moreno
La niña retenida siete meses en la selva de Bolivia "sufrió un auténtico infierno"

Los Mossos d'Esquadra y la Guardia Civil mantienen todas las hipótesis abiertas sobre por qué los padres de la niña que estuvo secuestrada siete meses en la selva de Bolivia autorizaron que la menor se fuera a pasar una semana de vacaciones con un vecino, que la raptó para casarse con ella.


En rueda de prensa, el jefe del área central de Investigación de Personas de los Mossos, el inspector Jordi Domènech, y el capitán Álvaro Moreno, jefe del grupo de Secuestros y Extorsiones de la Guardia Civil, han explicado que, tras la liberación de la niña y la detención del secuestrador, el boliviano Grover Morales, la investigación sigue abierta porque quedan muchos cabos por atar.


Una de las principales incógnitas a las que se enfrentan los investigadores es descubrir por qué los padres de la menor, una niña magrebí de 9 años residente en L'Hospitalet de Llobregat (Barcelona) autorizaron a un vecino, con el que habían entablado amistad unos meses antes, a llevarse a su hija de vacaciones a Bolivia durante unas semanas, ya que quieren aclarar si éste les engañó o lo hizo con su connivencia, prometiéndoles algo a cambio.


Una vez en Bolivia, la niña sufrió un auténtico "infierno", en palabras de Moreno, ya que el secuestrador, que tenía la intención de casarse con ella, la trató como si fuera su mujer, la obligó a trabajar en explotaciones cocaleras y a fabricar y vender zumos en mercados locales.


Además, al notar la presión policial, el detenido emprendió junto a la niña caminatas de varios días por la selva para ocultarse en poblados recónditos de muy difícil acceso.


La niña, que acaba de cumplir los diez años, permanece todavía en Bolivia -sin haber mantenido todavía contacto telefónico con sus padres-, a la espera de ser trasladada a España, posiblemente la próxima semana.


El secuestrador se encontraba en España con una identidad falsa, para ocultar que había huido de Bolivia al ser apartado por los clanes locales tras ser acusado de dos delitos sexuales -de los que no llegó a ser juzgado porque las víctimas acabaron retirando la denuncia-.


La odisea de la niña empezó el 27 de agosto, cuando partió rumbo a Bolivia, tras viajar en autobús a Madrid. Durante la primera semana, el secuestrador sólo permitió que la niña hablara con sus padres en contadas ocasiones, y en conversaciones de un minuto que no podían hacer en árabe, porque así controlaba lo que decían.


Transcurrida la primera semana, el secuestrador llamó a los padres para decirles que había perdido la documentación de la niña, por lo que demorarían su regreso y después cortó el contacto.


Ante esta situación, los padres denunciaron el secuestro de la niña el 5 de septiembre ante los Mossos, que crearon un grupo conjunto con la Guardia Civil, con la colaboración de la Policía boliviana.


La investigación policial disparó todas las alarmas cuando los agentes comprobaron que la intención del vecino era no regresar: había cancelado todas sus cuentas bancarias en España, había puesto su piso en alquiler, solo había comprado billetes de ida y había vendido todo el material de su trabajo como albañil.


Además, los agentes comprobaron que el secuestrador había sido encarcelado en Bolivia por violación y que, en vez de ser musulmán -como les había dicho a los padres para ganarse su confianza-, era devoto de la Asociación Evangélica de la Misión israelí del Nuevo Pacto Universal.


En Bolivia, el secuestrador contó con la cobertura logística y económica de su madre -que ha sido detenida- y sometió a la chica a un "infierno", debido a la dureza de la selva en la época de lluvias, a su incomunicación -porque no entendía el quechua- y por su sometimiento, por lo que cuando fue liberada el pasado sábado rompió a llorar ante los agentes de la Guardia Civil.


Para dar con el paradero de la niña y de su captor, la Guardia Civil -que tuvo a varios agentes durante un mes en la zona- tuvo que negociar, de la mano de las Fuerzas Especiales de la Lucha contra el Narcotráfico en Bolivia, con los dirigentes sindicales cocaleros, que controlan los poblados de chabolas ocultos en medio de la selva.


Finalmente, fueron los propios jefes sindicales los que, para que la policía no estuviera más tiempo en la zona, ordenaron a los residentes de un pequeño poblado de la comarca selvática de Chapare donde se encontraban, que retuvieran al hombre hasta que llegaran los agentes de Guardia Civil, en helicóptero y de madrugada, para liberar a la niña.


Según Montero, la chabola en la que se encontraba el secuestrador estaba en un poblado de apenas doce cabañas, inaccesible por carretera, por lo que para llegar hasta la menor tuvo que caminar al menos 18 horas en medio de la selva.


Además, cuando supo que la Guardia Civil le seguía el rastro, el secuestrador planeó huir del poblado, por una zona sin rutas establecidas en la que tenía que abrir camino en medio de la selva, lo que, según Montero, hubiese puesto en peligro la vida de la pequeña.