Relaciones exteriores

El Rey visita un Marruecos cada vez más cercano

Las relaciones entre los dos países se sitúan en uno de sus mejores momentos desde hace años.

El Rey don Juan Carlos junto a Mohamed VI en la última visita del monarca español.
El Rey se reúne con Mohamed VI en Marraquech
EFE

La visita que el rey Juan Carlos I emprende este lunes a Marruecos y el nutrido cortejo que lo acompaña ejemplifica la "red" de intereses compartidos entre los dos países, que pocas veces en las últimas décadas han vivido una relación más fluida.


El punto de inflexión, según consideran fuentes diplomáticas españolas, lo constituyó la anterior visita del monarca español a Marraquech en mayo de 2011, una semana después del atentado terrorista contra el café Argana, en pleno corazón de la ciudad turística, que dejó 17 muertos (14 de ellos turistas extranjeros).


La inesperada llegada del rey Juan Carlos fue interpretada como un espaldarazo a Marruecos y concretamente al rey Mohamed VI, quien en aquel momento se encontraba inmerso en su propia "primavera árabe", traducida en Marruecos en una serie de manifestaciones contra la falta de libertades y la concentración de poderes en manos del Palacio.


Los dos años largos transcurridos desde entonces han sido uno de los periodos más "dulces" de las relaciones bilaterales, como han puesto de manifiesto las numerosas visitas de responsables gubernamentales de ambos países en los dos sentidos, incluidos los presidentes autonómicos españoles.


Sin excepción, las personalidades españolas han prodigado elogios a Marruecos por su "estabilidad" y por su "proceso democrático", en consonancia con los demás países europeos o la misma Hillary Clinton -anterior secretaria de Estado de EEUU-, todos ellos preocupados por un contexto norteafricano (Túnez, Libia, Mali) de violencia y desórdenes.


Sin embargo, ese "proceso democrático" de 2011 -referéndum para una nueva constitución y celebración de elecciones ganadas por un partido islamista- se quedó corto, ya que las organizaciones pro derechos humanos denuncian la continuidad de las detenciones políticas, las sentencias judiciales sin pruebas o la represión desmedida de manifestaciones.


Los temas tradicionales de fricción entre España y Marruecos, como la inmigración o la soberanía sobre Ceuta y Melilla, cada vez lo son menos: con respecto al segundo, ha desaparecido por completo de la agenda política marroquí, mientras que la inmigración clandestina es uno más de los casos de la llamada "cooperación ejemplar" entre los ministerios del Interior de ambos países.


Incluso cuando grupos de inmigrantes subsaharianos trataron de llegar a suelo español desembarcando en el islote de Tierra (una de las islas españolas reclamadas por Marruecos) en septiembre de 2012, su desalojo se produjo en estrecha coordinación policial bilateral, sin que el debate soberanista enturbiase la operación.


En este contexto, las acciones a veces espectaculares de un "comité por la liberación de Ceuta y Melilla y las islas vecinas", como su breve ocupación del Peñón de Vélez de la Gomera el pasado 29 de agosto, o el robo del brazo de la estatua de Pedro de Estopiñán de una plaza de Melilla en noviembre, ni siquiera han merecido un minuto de atención entre los medios oficiales marroquíes, termómetro de los intereses supremos de la nación.


Incluso la llegada de los islamistas del Partido Justicia y Desarrollo a la cabeza del gobierno marroquí ha podido resultar benéfica para España, ya que este partido ha roto o trata de hacerlo con el tradicional apego a Francia que las élites marroquíes han mostrado invariablemente desde la independencia.


En cuanto a las "señales" españolas, en Marruecos ha sido muy bien acogida las últimas tomas de postura del gobierno español sobre el Sáhara Occidental -cuestión considerada "sagrada" para Rabat-, particularmente la oposición española, en línea con Marruecos, a que la Misión de la ONU en el territorio tuviera competencias en el ámbito de los derechos humanos, como reclaman los independentistas.


Las relaciones bilaterales son más estrechas que nunca -como subraya el embajador español en Rabat, Alberto Navarro- también por la espesa "malla de intereses compartidos" en casi todos los ámbitos, que se manifiestan no solo en la alta política, sino en cuestiones que tienen que ver con la vida cotidiana.


Navarro suele subrayar que la apertura de conexiones aéreas o marítimas, el permiso para que los camioneros marroquíes circulen por la península, la exención de visados a los funcionarios o la no aplicación de la subida de las tasas universitarias a los marroquíes en España son semillas que siembran las bases de una sólida relación entre vecinos.