Jugar en el siglo XXI

Algunos valoran muy negativamente la moda del Pokémon Go. Pero cada época tienesus entretenimientos y la tecnología está cambiando el mundo para mejor.

Cuando era un niño, no teníamos muchas cosas. Crecí en los ochenta, una época en la que nuestros juguetes habituales eran una peonza, una pelota de fútbol, un monopatín, una bicicleta y poco más. Para divertirse en casa solo, un niño tenía el fuerte Comansi, algunos muñecos de plástico de los que estuviesen de moda y puzles o el famoso Tente, que era una copia del Lego. En la tele, solo dos canales, de los cuales la programación emitía un máximo de dos horas aptas para nosotros. ‘Barrio Sésamo’, Heidi, Dartacán y Marco eran nuestros amigos, gente de la familia. ‘El Equipo A’, ‘El coche fantástico’ y ‘MacGyver’ eran el epítome de lo ‘cool’, lo más avanzado del mundo. Y Mayra Gómez Kemp nos hacía soñar con cada tarjetita de esas que "hasta aquí puedo leer".


Es fácil recordar con nostalgia esos tiempos aparentemente más sencillos, en los que a los niños no se les ponían rodilleras ni casco para la bici, en los que jugábamos en la calle hasta que dejábamos de reconocer las caras de nuestros amigos a la tenue luz de las escasas farolas. Años en los que nadie se ponía el cinturón de seguridad, en los que ir a Albacete en el desvencijado Renault 9 de tu padre era una aventura para la que había que equiparse con cantimploras rellenas de Tang, cantimploras que nunca volvían a saber a nada que no fuese aquellos polvos con regusto a medicina y naranja.


Es fácil recordar con nostalgia aquellos tiempos, porque la nostalgia tiene esas trampas. Cuando uno es niño o adolescente, todo es brillante, novedoso, válido. Pero yo les invito a reflexionar de verdad sobre aquellos tiempos que han quedado felizmente atrás. Sobre el machismo ‘light’ y la ñoñería imperante que flotaba en todos los productos culturales que consumíamos, sobre la irresponsabilidad que cometían nuestros padres por omisión cada vez que nos subíamos a un coche sin el cinturón, sobre la indigencia en la que vivíamos sin saberlo.


Hoy en día vemos a hordas de niños con sus teléfonos móviles tomar las calles de España e, invariablemente, algún cuarentón amargado y solitario surge para criticar "la moda esa de los Pokémon" y quejarse con la bilis colgando de los belfos de que "en nuestra época sí que sabíamos jugar, aquellos sí que eran tiempos".


Pues no, amigo cuarentón amargado. En nuestra época apenas teníamos nada que no tuviesen nuestros tatarabuelos. Y por mucho cariño con el que recordemos la infancia que nos tocó vivir, yo no dejo de contemplar con asombro la colección de maravillas que ha correspondido en suerte a nuestros hijos. Quizás crecer de verdad significa no dejar nunca de sorprenderse y alegrarse con que los tiempos vayan hacia delante, en lugar de anclarse en la nostalgia. Y ahora les dejo, que los míos me reclaman para salir a la calle a cazar monstruos virtuales.