LA CARRERA HACIA LA CASA BLANCA

Una vida privada para Chelsea

"Chelsea está aquí. ¿Y tú, dónde estás?", rezaba el cartel en las escaleras vacías de un YMCI de Lansdowne, a 20 minutos de Filadelfia. El mitin de Chelsea Clinton se había empezado a organizar un día y medio antes, lo que explicaba la presencia de apenas 60 personas en la sala.


"No veo más allá del 22 de abril, y como mucho el 6 de mayo, cuando voten Carolina del Norte e Indiana", confesó la única hija de los Clinton, que lleva tres meses dejándose la piel en la campaña. La pregunta que le habían hecho pretendía arrojar una mirada a su futuro.


¿Querría Chelsea jugar algún papel en la Casa Blanca si su madre sale elegida presidenta? "Toca madera", se apresuró a decir la joven de 28 años, dándose un par de golpecitos en la cabeza. "Eso todavía tiene que ocurrir", puntualizó supersticiosa. "Aunque no os parezca coherente, viéndome aquí de pie, yo tengo una vida privada en Nueva York a la que pienso volver cuando todo esto acabe. Tengo un trabajo, un apartamento, un novio y un perro a los que echo de menos".


Y aparentemente deseos de tener hijos. En tres ocasiones durante el mismo mitin Chelsea reveló espontáneamente sus deseos maternales al hablar de educación, medio ambiente y un futuro mejor "para esos hijos que espero tener", dijo en una ocasión. "Pienso tener mis propios hijos", insistió en otra, y "no quiero que mis hijos jueguen con residuos tóxicos en el patio trasero", confesó más adelante. Y al hablar de los desayunos en la escuelas le volvieron a la cabeza los suyos "en los años ochenta", recordó de súbito. "Oh, Dios mío, eso me hace sentirme tan vieja".


El sobresalto se lo llevó entonces la audiencia. La hija de los Clinton se olvidaba de que esa vez no tenía delante a los jóvenes universitarios que acostumbra a frecuentar, sino a gente madura de la comunidad asiática a la que hizo sentir de golpe en la tercera edad.

Bautizo político


El bautizo político de Chelsea en esta campaña ha despertado el rumor de que la única hija de los Clinton pueda seguir el destino de la saga. Ha heredado la locuacidad de su padre y la memoria de su madre, se ha aprendido a fondos todos los temas de la agenda electoral que preocupan al país, suelta con desenvoltura datos y cifras, y sobre todo pisa fuerte en el escenario.


Todavía no ha terminado de sacudirse la timidez de adolescente ni ha aprendido a defenderse por sí misma. Son sus ayudantes los que aleccionan previamente a la prensa de que "no se permite que hagan absolutamente ningún tipo de preguntas", repetían uno tras otro antes de que llegara.


Mamá Hillary ha levantado el ala de su vástaga forzada por la necesidad de combatir el tirón de su rival Barack Obama entre los jóvenes. Desde Carolina del Sur, a final de enero, Chelsea bate los campos universitarios acompañada de jóvenes actrices de televisión como America Ferrera (Betty La Fea) y Amber Tamblyn (Hospital General). El viernes, después de que Obama encandilara a sus seguidores frente al Hall de la Independencia, con la actuación del cantante de Black Eyed Peas, ella recorría los bares gay de la ciudad estrechando manos y animando a votar por su madre. "Esta noche hemos visto por lo menos a 1.500 personas, y todos votantes demócratas", presumía el gobernador de Pensilvania Ed Rendell, que la había sacado de ronda.


Chelsea le seguía, un poco desorientada, mientras entraba y salía de cuatro bares de ambiente, dejándose admirar el pelo por los gays, que para variar de política le preguntaban por la ropa que su madre llevará el día de su jura presidencial. "A lo mejor tenemos que traerla aquí para que la ayudéis a elegir", contestó ella con una carcajada. Y no era la única que reía: "`Le he tocado el culo!", presumía después una joven lesbiana, que mostraba ufana una foto suya abrazada a la heredera de los Clinton.